No. Seguro que lo del estado libre asociado no es plan. Sobre todo cuando el gobierno vasco que promueve semejante despropósito ha demostrado, sin necesidad de ser "libre, lo poco asociado que quiere estar a España.

No es plan que la ideología xenófoba de Sabino Arana, tan bien aprendida por Arzallus, sea el catecismo de la convivencia vasca. No es plan, ni para "maquetos", ni para vascos orgullosos de su pertenencia al proyecto nacional de España.

No es plan que se plantee siquiera, que una parte de nuestra casa, una parte de España, pueda separarse del solar común sin que los demás habitantes de España tengamos nada que decir.

No es plan que de tanto fomentar el sentimiento de extranjería, al final muchos españoles de allí y de aquí, empiecen a pensar que lo mejor es que el problema se zanje aunque sea a costa de romper un proyecto de vida en común que ha aguantado, con salud aceptable, varios siglos y cientos de crisis.

No es plan que una y otra vez el nacionalismo se apoye en la violencia que supuestamente condenan para hacer de sus reivindicaciones cuestiones de vida o muerte. De vida o muerte de los demás, no de ellos, por supuesto.

No es plan que se rompa una historia que ha unido a los vascos al resto de los españoles, justo cuando más necesidad tienen los pueblos de estrechar lazos con sus semejantes ante la imparable globalización que viene cabalgando a lomos del dólar y de las corazas de los blindados de los marines.

No es plan que los vascos seamos educados para odiar a nuestros hermanos. No es plan que nuestros hermanos vascos sean educados para odiarnos al resto de los españoles. Ni tampoco es plan que se esté alentando por algunos el odio contra todo lo vasco, metiendo a todos en el mismo saco.

Juntos tenemos futuro. El futuro que nos depara ser constructores de un proyecto de vida en común. Un proyecto de tintes tan sociales y avanzados como demanda, no sólo una buena parte del pueblo vasco, sino una silenciosa mayoría del pueblo español, nosotros a la cabeza. Un proyecto que desde la diversidad, garantice la igualdad de oportunidades de todos los miembros, pueblos o individuos, de la patria española. Un proyecto que conjugue la autonomía administrativa de cada región con la solidaridad interterritorial, que evite que el egoísmo de los pueblos, el nacionalismo, pueda dibujar una España rota y con españoles de primera y de segunda. Un proyecto para la integración en sentido amplio, donde la desintegración a la que nos invita el Sr. Ibarretxe sea despreciada por cómica. Porque un chiste es lo que debería ser el plan Ibarretxe. Una broma de pésimo gusto, es lo que sería, si no fuera por el estruendo de las bombas y pistolas de ETA y por la sangre de los asesinados, únicas cartas en la manga del separatismo nacionalista.