CORRUPCIÓN Y DÉFICIT DEMOCRÁTICO

Incluso cuestiones aparentemente poco relacionadas con el déficit democrático que padece nuestra nación, serían finalmente susceptibles de mejorar si pudiéramos mejorar el sistema democrático español.

Me refiero ahora a la corrupción. Fenómeno del mundo político por excelencia, la corrupción  forma parte de los más turbios y, desgraciadamente habituales, instintos del ser humano, que frecuentemente tiende a aprovechar su posición de poder o de impunidad para enriquecerse ilícitamente.



Si la tentación es grande para cualquier ser humano, para aquellos que forman la casta de los políticos profesionales, la corrupción resulta especialmente golosa precisamente por estar demasiado generalizada y ser ejercida en demasiadas ocasiones desde la total impunidad. Tan generalizada que se podría casi considerar anormal que algún político no se aproveche de su cargo, siendo seguramente un porcentaje vergonzosamente alto la de políticos que de una forma u otra abusan de su situación y se benefician de ventajas en cuestiones vedadas al resto de los ciudadanos. Y no olvidemos que los ciudadanos que no tienen un cargo político no son ni un ápice inferiores a los políticos, por mucho que estos crean ser seres superiores.

Cuando la corrupción aflora y se conoce, los partidos políticos rivales de aquel al que pertenece el sospechoso, arremeten contra el pobre ingenuo que se ha dejado pillar y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, intentan hacer ver que es parte de la esencia política del partido rival el corromperse, como si viniera esa característica en sus estatutos, cuando si el caso fuera el contrario el partido propio el acusado, sería considerado solo un caso excepcional, aislado y poco relevante.

Por otra parte, la corrupción resulta especialmente útil como cortina de humo. Al fin y al cabo, la corrupción en un país como el nuestro es poco probable que realmente haga daño al sistema desde un punto de vista económico. No se dejan de pagar pensiones por culpa de la corrupción. Si tal cosa ocurriera seria o bien por la mala gestión o bien por decisión política de cualquier partido liberal que consiguiera finalmente imponer la privatización total del sistema de pensiones. Hay problemas más importantes que resolver.

La corrupción hace un daño terrible a la credibilidad del sistema político y a las personas que se ven envueltas en casos conocidos. Sin embargo, el origen de la corrupción, que es el sistema representativo que no permite al elector penalizar a las personas que desde cualquier organización política cometen delitos de corrupción, queda a salvo y no se conmueve por más corrupción que suframos.

Contra esta injusticia nos declaramos y abogamos por una reestructuración profunda del sistema electoral, que si bien no sería suficiente para acabar con la corrupción, sí permitiría que el elector pudiera rechazar explícitamente a aquellos políticos de los que sospechase una actividad corrupta. Poner al alcance del ciudadano herramientas para poder ejercer su derecho a exigir a los políticos que actúen correctamente y además dotar a la justicia de los medios necesarios para que la acción de las instituciones públicas esté permanentemente sujeta a la revisión de los juzgados, harán posible que la corrupción disminuya hasta niveles tan pequeños, que no se tenga en ella ni siquiera un titular para los telediarios del verano.

El sistema electoral de listas abiertas y desbloqueadas, que defendemos siempre desde Falange Auténtica, donde cada elector disponga de un número de votos suficientes para que su decisión sea verdaderamente libre, es nuestra solución también para este problema. Votos que por ser más de uno y poder ser otorgados a los políticos que desee sean de la lista que sean y estén en el puesto que estén, permitirán premiar y castigar a los políticos que estime oportuno. Actualmente los electores tenemos que ceder en exclusiva todo el poder de nuestro mísero, único voto, a un partido político para que este lo gestione sin dar explicación alguna.

Así, finalmente es obvio que la impunidad que permite la corrupción se puede evitar dotando de mayor democracia a nuestro sistema electoral. Mejor que seamos los electores los que decidamos y no tengamos simplemente que aguantar las soflamas interesadas de las Pajines, González Pons o quienes quiera, voceros de los grandes partidos, tirándose a la cabeza casos y más casos de corrupción con el único objetivo de tapar o mitigar el efecto negativo que producen los suyos propios.


ENRIQUE ANTIGÃœEDAD