Por Viernes

Dicen que cuando una mujer es infiel a su marido éste suele ser el último en enterarse y que, a pesar de las evidencias suelen manifestarse como una ligera molestia al atravesar los dinteles de las puertas-, mientras todos se ríen a su alrededor, el burlado permanece en la inopia.

 

Algo así ha debido sentir José María Aznar: "Pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva y no las había, yo lo sé ahora, declaró recientemente el  amigo de Blair y Bush a propósito de los supuestos motivos de la agresión contra Irak.

En todo caso, un cornudo, es digno de compasión; sin embargo Aznar miente. Él sabe y sabía entonces que las pruebas contundentes que ofreció en su momento el trío de las Azores contra Irak, no eran otras que un plagio de una tesis sobre Irak que escribió un estudiante a inicios de los 90 y que cualquiera podía bajarse de Internet.

Aznar tenía y tiene conocimiento de una decena de informes de Hans Blix, el jefe de inspectores de la ONU que, tras realizar más de 400 inspecciones en Irak, insistía: "Si yo hubiera contado con cualquier evidencia sólida de que Irak conservaba armas de destrucción masiva o las estaba fabricando, la hubiera llevado inmediatamente al Consejo de Seguridad.

A pesar de todo, Aznar sigue insistiendo, tratando de justificar su injustificable apoyo a una guerra ilegal que ha causado millares de muertos: Me engañaron, me mintieron, me dijeron; yo no sabía pero ahora sí lo sé, balbucea.

¡Pobre Aznar! Prefiere asumir unos cuernos a su propia responsabilidad, actitud que se vuelve en su contra y es todavía peor, pues ya sabemos como denomina el diccionario de la RAE en una de sus acepciones a aquél que consiente la infidelidad conyugal. ¡Que cada palo aguante su vela!


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