Por Miguel Hedilla de Rojas

Se ha venido celebrando durante estos días el 30º aniversario de las elecciones del 15 de junio de 1977 y del fenómeno político, admirado fuera de nuestras fronteras, de la transición. Dicho de otra manera, el paso desde la ley, en paz y sin excesivos sobresaltos, de una dictadura, la de Franco, a un régimen democrático. Al menos formalmente democrático.

 

Cuando hablo de Falange me refiero a Falange Auténtica, o más bien a su hermana mayor, Falange Española de las JONS (Auténtica), con respecto a la cual hay que añadir que fue un grupo político de difícil encaje y, desde luego, atípico. Aun así logró, en las primeras elecciones democráticas, presentar candidaturas en la mayoría de las provincias y conseguir un significativo, aunque insuficiente, número de votos.

Espacio electoral de FE-JONS (Auténtica) en TVE, junio 1977

Con el nombre de Falange se defendió la transición, tomando postura decididamente a su favor. Así mismo, con el nombre de Falange se tomó partido por la democracia, aunque fuese formal. Y también con el nombre de Falange se defendieron posturas sociales muy avanzadas, las cuales sobrepasaron por su izquierda a los partidos denominados izquierdistas.

Cartel y pegatina de FE-JONS (Auténtica) durante la transición

 

Por supuesto que, con el nombre de Falange, continuamos haciendo nuestra la idea de España. Una, pero plural; grande, pero en otro sentido; y decididamente libre.

Pretendimos, y lo seguimos pretendiendo, transmitir un españolismo intelectual, alejado del patrioterismo barato y sentimental. Nuestro sentido nacional, que no nacionalista, ni era ni puede ser fundamentalmente físico.

 

Partía y parte del dolor de una España que ni nos gustaba ni nos gusta, entonces por decadente, antigua, antidemocrática y chabacana; y ahora, por insuficientemente democrática, escasamente nacional, pues no ha sido capaz de penetrar en la conciencia del pueblo, y de sus pueblos, el necesario proyecto sugestivo de vida en común, y por sus tendencias relativistas y egoístas.

 

Seguimos creyendo en una España diferente, identificada más con sus gentes y sus pueblos, su bienestar y bienser, que con su historia, a la que no renunciamos, para bien o para mal. Ahí esta su pasado, con sus cosas buenas y malas, pero "... ni vivimos del pasado ni damos cuerda al recuerdo, somos turbia y fresca un agua que amanece....

 

Había que mirar hacia delante, no olvidar el pasado, pero ser capaces, todos juntos, de construír el futuro. Ésa fue nuestra apuesta, renunciando a muchas cosas, pero poniendo por encima de los intereses legítimos de partido, los aún más importantes intereses nacionales. En definitiva, no hicimos más que defender postulados joseantonianos.

 

OVNIS, eso nos dijeron que éramos: Objetos Voladores No Identificados.

 

Las principales calles de España, si hablasen, se cansarían de contar nuestras andanzas. Nosotros queríamos y seguimos queriendo, a pesar de la manida memoria histórica de Zapatero, la verdadera reconciliación de los españoles. Pedíamos y seguimos pidiendo democracia de verdad. Ansiamos más España, pero una España que, desde la dificultad y desde el rigor, sepa forjarse el porvenir, auténticamente democrático y social.

 

En el año 2007 hemos llegado a un punto en el que el sistema nacido de la Constitución de 1978 ha de profundizar en democracia, ha de caminar invariablemente hacia un punto en el que el pueblo decida de verdad, alejándonos de formalismos.

 

No es de recibo hacer programas electorales para no cumplirlos. Tampoco es de recibo que la abstención de los procesos electorales sea tan elevada. Y mucho menos nos podemos permitir el que permanezcan en vigor leyes electorales que, al dar tanto poder de decisión a los partidos nacionalistas, pongan en tela de juicio, cada x número de años, la unidad de la nación española, por otra parte declarada indisoluble por la Constitución.

 

Es curioso que muchos partidos, incluidos los nacionalistas, defiendan la Constitución sólo para lo que les interesa y la olviden para lo que no. Cabría preguntarse el grado de compromiso que tienen con la misma; es más, sería importante conocer si los que se llaman constitucionalistas lo son o no lo son.

 

Profundizar en democracia significa hacer que el pueblo tome de verdad las decisiones. Hay que acercarlo allí donde están sus problemas: en su familia, su trabajo, su ayuntamiento, su empresa, su sindicato, su corporación, su universidad, su escuela, etc... En esos lugares y en la solución de los retos que se les plantean, se encuentra la esencia de la democracia, que ha de ser directa, asamblearia y sin intermediarios.

 

Que no nos venga nadie diciendo que estamos contra los partidos. Es evidente que no. Que existen, que seguirán existiendo, y que nadie puede luchar con éxito contra el derecho a pensar y a tener ideas, a difundirlas y a agruparse para su defensa y expansión. Otra cosa, y hacia ese camino debe de avanzar el sistema, es encontrar el encaje y dimensión de cada institución.


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