Existe un efecto colateral inesperado en la monumental ilusión que la llegada de VOX ha despertado en el sector más conservador de la derecha española. Se trata del desenmascaramiento de un cierto número de votantes que, a falta de un referente claro en un Partido Popular proclive a los pactos con los nacionalistas, presentaba como marca distintiva y valor crítico su condición “joseantoniana”. Votantes de VOX, queremos decir, porque si hay una primera característica de la mentalidad “joseantoniana” es su aversión a las papeletas falangistas. De hecho, la prescripción de abominar de todo lo falangista –y, muy especialmente, de las organizaciones falangistas- parece la condición sine qua non para poder ingresar en un club tan elitista. El “joseantoniano” viene a ser, en consecuencia, un admirador de la figura (quizás literalmente) de José Antonio Primo de Rivera que no comparte la integridad de su pensamiento contentándose con aquellas partes –apenas unas frases manidas- que no contradigan en lo esencial la íntima ideología derechista del tal “joseantoniano”. Algo muy similar, dicho sea de paso, a lo que acontece con el catolicismo en la actualidad. Y, así como se encuentran médicos católicos inconsecuentes practicando abortos, asistimos a la presencia de “joseantonianos” en la misma derecha que José Antonio tanto despreciara y atacara.   

Nada más patético bajo el sol que la ideología o la mentalidad “joseantoniana”. Nada más bajo en este mundo que arrebatarle a un hombre bueno el sentido último y profundo de su muerte, sacrificio mayor e irreversible. Con excesiva frivolidad olvidan los “joseantonianos” de toda la vida cómo José Antonio entregó la propia en defensa de sus postulados, no siendo su idea menos pujante el rechazo de la ideología derechista en lo económico -el capitalismo o liberalismo económico- y en lo político –el patrioterismo de zarzuela que invoca el nombre de una España desnuda del menor atisbo de justicia social-. En efecto, tales fueron los principios y no otros los que condujeron a José Antonio a su martirio y asesinato como castigo a su manera de pensar. Una muerte atroz cuyo sentido y legado los “joseantonianos” pretenden esterilizar, aislándola químicamente de su vis falangista y nacionalsindicalista.

Un José Antonio no falangista, no nacionalsindicalista, no “proletario”, no autogestionario, no revolucionario, no influenciado por el marxismo, no crítico con la ideología nacionalista (española), no enemigo de cuanto hieda a liberal… tal es el José Antonio “joseantoniano”, la máxima impostura azul de nuestro tiempo. 

La motivación psicológica para semejante atentado contra la integridad de José Antonio se nos escapa completamente. Puede achacarse, naturalmente, a veces a la incultura como a la mala fe. Pero también denota la sombra de una cierta nostalgia sentimental como la que padece quien arde por un nuevo amor pero orbita irremediablemente el recuerdo del último que fue y ya no está. Con qué satisfacción el falangista auténtico cortaría las ataduras de estos pobres espíritus enamorados de VOX para que abrazasen, sin cargos de conciencia, al nuevo galán de la derechona más rancia. Porque el José Antonio que creen admirar nunca, jamás, encarnó al Santiago Abascal de su época. Fue, muy al contrario, el peligroso oponente que se les interpuso. El hombre que, nacido en el seno de la sociedad más rancia y conservadora, optó por la intemperie.

Maura, Cánovas, Gil Robles, Franco, Fraga, Aznar… a los “joseantonianos” no les faltan sus auténticos referentes históricos con los que sentirse claramente cómodos e identificados. Pero ¿José Antonio Primo de Rivera? No hay más José Antonio que quien vislumbró una España unida y próspera en los términos del nacionalsindicalismo y de la Falange, la gran obra de su vida y los únicos depositarios de su legado.

Juan Ramón Sánchez Carballido

Por Juan Francisco González Tejada.

No debemos criminalizar a las víctimas.
Ni que paguen justos por pecadores.

Como todo en España, se tienden a polarizar los debates, sin una serena reflexión.

De vez en cuando he expuesto varios temas en lo que pasa esto, como el de los libros de texto, o la sanidad pública o no, en los que esa bipolarización es evidente. Hoy traigo el asunto de los MENA, Menores Extranjeros no Acompañados.

El debate ha saltado ahora en campaña para intentar erosionar a Vox, por la brutal e inaceptable agresión de dos jóvenes a una persona de este colectivo de Menas, y digo persona porque es importante no olvidar que son ante todo personas, las que delinquen, y las que sufren la violencia de unos o de otros.

Después de la agresión de este chico se monta la habitual campaña mediática, con todos sus aditivos de acusaciones y criminalización de una fuerza política: “racistas”, “xenófobos”, etc.

Quienes hacen eso, olvidan a las víctimas. Olvidan a las Personas que sufren acciones violentas y delictivas de estas otras Personas que pertenecen al colectivo de MENAS.

Producto de este conflicto de noticia y falta de sereno debate, se pierden hechos y realidades muy importantes. No todos los MENAS son delincuentes, ni todos llegan a España por el mismo motivo.

Cuando se trata de responsabilizar a quienes denuncian a las Personas de este colectivo -que violan, agreden y roban en los barrios de grandes ciudades- por la agresión brutal e inaceptable a un Mena en Zaragoza,  y no se entra a analizar cuáles son los antecedentes en esa ciudad protagonizados por estos chicos, es que tienen por fin otra cosa distinta que el abordar la solución del problema.

Y es que cuando se suceden hechos delictivos protagonizados por menores, nadie hace nada. Es decir, no se les encierra y se les separa de los demás MENAS, ni del resto de la sociedad que sufre sus acciones delictivas. Cuando esto se produce y en los barrios se comienza a conocer quién agrede, y roba, quiénes han sido las víctimas de esas acciones, y se observa la falta de justicia, y a los dos días vuelven a estar en la calle. Y se hacen manifestaciones y denuncias públicas y todo sigue igual, es fácil predecir lo que va a pasar que no es deseable, ni aceptable que pase. Y más inaceptable es que los responsables políticos no use los resortes del Estado de Derecho para evitar la Venganza Privada.

Quiénes hacen dejación de funciones y dejan abandonados a los honrados ciudadanos, expuestos de forma permanente a las acciones de estos delincuentes son los responsables de las reacciones contra estos colectivos y además son responsables de que sea todo el colectivo de MENAS, el que quede señalado y estigmatizado. Y no, no todos esos chicos son delincuentes, pero si no se separa a unos de otros, las condiciones y la capacidad de integración y desarrollo personal quedarán muy disminuidas.

No, no. Estar contra los delincuentes, no es estar contra los Menas, y no vale la burda manipulación de exponer “Menas no delincuentes”, o “ex menas con vidas normalizadas” e incluso ejemplares, para tratar de tapar la existencia de MENAS delincuentes, cuya realidad  sufren muchas personas. Ni tampoco vale la burda manipulación de asignar a un colectivo lo que hacen unos cuantos, incluso aunque fueran la mayoría.

Yo lo tengo claro, los buenos que requieren nuestra defensa y la defensa del Estado de Derecho son los Menas que no delinquen, y las victimas que sufren las agresiones de los delincuentes.

Por Guillermo Ruiz Marcos

Una tras otra se suceden las elecciones y parece, sólo parece, que la democracia funcione. Pero una tras otra las grandes cuestiones de la vida en sociedad siguen sin resolverse. Cuestiones de vital importancia como el mantenimiento del estado del bienestar o de gran calado, como la organización territorial de España, permanecen enquistadas y no se vislumbran soluciones válidas para ellas.

¿Y qué ocurre con todos esos grandes retos que tendremos que afrontar?

La robotización y la consecuente carencia de empleo; el cambio climático y sus consecuencias; el envejecimiento de la población y sus nuevas necesidades…

De todo eso los políticos amamantados de democracia no quieren oír ni hablar.

Para avanzar y superar esta situación hay un problema previo, causante de esta parálisis y de la falta de respuesta política, que debemos solucionar, y no es otro que el problema de la participación. Participación con mayúsculas.

Y es que ya no es válida esta democracia trufada de clientelismos y viciada en sus entrañas, con el fraude que supone la financiación a los partidos políticos; o la perversión de que no se presenten candidatos por vocación con propuestas, sino quien tiene la suerte de comprar un altavoz o quien se vende a no se sabe bien qué intereses financieros.

En cuanto a los resultados, la situación empeora hasta límites inaceptables. No gobiernan las mayorías controladas por un pueblo bien representado, no. Gobiernan títeres fruto de extraños pactos, mediatizados por otros pactos controlados a su vez por otros títeres cuya única aspiración es ocupar el sillón del títere ganador.

No queda nada de espíritu creador, de visión global y generosidad política, de voluntad para construir espacios comunes y alcanzar objetivos trascendentes.

Tampoco es tiempo de revoluciones ni rebeldías utópicas. No se consigue la gloria imponiendo ideas, hay que facilitar que surjan, hay que alentar la inteligencia colectiva; y está claro que nuestra vieja democracia no sirve para eso.

A esta conclusión llega también ahora la nueva izquierda y uno de sus personajes inspiradores, Íñigo Errejón, pretende superar los ya viejos populismos y sus discursos combativos, basados en el antagonismo y el conflicto. “El cielo se toma al asalto” decía Pablo Iglesias. Esa ideología sustentada por el antagonismo quiere ser renovada por un agonismo que llevará a una hegemonía sociopolítica y cultural de la que emergerá una democracia radical donde la participación se resuelve con antiguas fórmulas asamblearias y municipalistas.

Así esta democracia radical supone nada más que una forma de dictadura de las ideas donde, todo aquello que no esté dentro de lo considerado “correcto”, ni será tenido en cuenta ni se debatirá en sus asambleas.

Entonces, ¿hay esperanza para un cambio? ¿podemos soñar con una verdadera nueva política?

Sin duda sí.

Hace algunos años el profesor Henry Chesbrough propuso una nueva estrategia de innovación mediante la cual las empresas van más allá de sus límites y desarrollan, para avanzar, la cooperación con organizaciones o agentes externos (incluyendo clientes, y colaboradores). Esta estrategia cambió el paradigma y de:  “Mi empresa tiene el departamento de I+ D mejor del mundo” se pasó a “El mundo es mi mejor departamento de I+D” .

De este modo muchas empresas encontraron el camino para lanzar nuevos productos y servicios o mejorar los ya existentes. La inteligencia colectiva formada por el personal interno, universidades, distribuidores, grupos de usuarios y proveedores se mostró tremendamente productiva y empezó a formar parte de la propia organización.Ni que decir que los avances tecnológicos y la conectividad digital facilitó enormemente la colaboración y el intercambio de ideas.

¿Por qué no aplicar una estrategia similar a la organización política: LA POLÍTICA ABIERTA?.

El estado actual de la tecnología permite abrir los datos de la administración a todo aquel que desee consultarlos y trabajar con ellos. Con este primer paso conseguiríamos ya algo en lo que nuestra actual democracia suspende estrepitosamente: TRANSPARENCIA.

A partir de ahí se pueden integrar grupos de trabajo, universidades, colectivos ciudadanos, asociaciones y grupos demográficos para que en colaboración, y con todos los datos disponibles, aporten ideas de gestión y desarrollo de normas y servicios. De esta forma se resuelve el problema de la participación y a partir de ahí, la inteligencia colectiva podrá llevarnos a un mundo más justo, libre y trasparente.

La innovación abierta lleva a la política abierta y a la innovación social cuyo fin es LA DEMOCRACIA AVANZADA, la última esperanza.

DEMOCRACIA AVANZADA: TRANSPARENCIA, COLABORACION Y PROGRESO.

 

#democraciaAvanzada #transparencia #Colaboracion #Progreso

Por José Antonio Vergara Parra

Tan pronto surge la oportunidad, le tiro al degüello a la Ley de Recuerdos Selectivos que es como debería llamarse la eufemística Ley de Memoria Histórica.  No por lo que dice sino por lo que calla pues no hay peor embuste que un relato sesgado. Una Ley que pretender resarcir desagravios obviando la II República Española, es obra de malvados y desinformados. Cuando Franco murió yo contaba con nueve años y doce cuando el referéndum de la Constitución del 78. Pertenezco a esa generación que creció en el ocaso de la dictadura y que, por imperativos etarios, no tuvo un papel relevante en la transición española.

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Por Mendelevio.

Se acerca una nueva crisis económica  y nuestros políticos están enzarzados en una pelea por las rentas que generan los sillones en las Cortes, el Consejo de Ministros, la CNMV, el CIS, Renfe o Red Eléctrica Española…. Nosotros tenemos claro que las crisis hay que prevenirlas en las épocas de bonanza, pero los incompetentes que monopolizan la representación política, gracias al sistema de partidos, sólo se preocupan de sus propias carreras.

Cuando vuelva a estallar la crisis, oiremos, otra vez, que nuestro problema es de competitividad, que hay QUE BAJAR LOS COSTES LABORALES. También oiremos que vivimos por encima de nuestras posibilidades, QUE HAY QUE RECORTAR LOS SERVICIOS PÚBLICOS. A partir de la crisis de 2008 se hizo el llamado ajuste interno, se apretó a los trabajadores que no habían perdido su empleo, se hicieron recortes en derechos laborales y en prestaciones sociales, pero todos esos esfuerzos se volatilizaron con la política del BCE de mantener un euro fuerte… mientras el yuan, el yen y el dólar se devaluaban por medio de políticas de expansión monetaria, que aumentaban la competitividad de sus exportaciones y limitaban las importaciones en detrimento de la Unión Europea (esto ya lo denunciábamos en 2015 y en 2014).

Al BCE ya se le ha caído la venda, ya no tiene como prioridad mantener en un euro fuerte y controlar la inflación, pero su política supuso años de sufrimiento a millones de europeos… y encima no se materializó en una gran subida de la competitividad. Ante la nueva crisis ya no hay mucho margen para los estímulos monetarios, el BCE ha llegado a los tipos de interés negativos y España, que empezó la anterior crisis con una deuda pública en torno al 30% del PIB, se enfrenta a esta con una deuda equivalente al 100% del PIB (*). Volverán a apretar a los trabajadores echándoles la culpa de la falta de competitividad, se volverán a pedir reformas legislativas que mermen los derechos, otra vez se clamará por BAJAR LOS COSTES LABORALES… bajo eufemismos, aparentemente técnicos, como reformas estructurales.

Deuda pública en España hoy, según datos del Banco de España

Nosotros llevamos también años defendiendo que se deben bajar otros costes de producción a las empresas, los costes de la energía. En vez de rebajar las cuotas a la maltrecha Seguridad Social (que es pan para hoy, hambre para mañana), se debe fomentar (legislativamente y con subvenciones) el autoconsumo fotovoltaico. Con ello las empresas pueden buscar la competitividad sin apretar aún más al factor trabajo. Si se complementa con autoconsumo en las casas, los trabajadores podrán reducir sus gastos fijos mensuales (factura energética), pudiendo afrontar la larga, larguísima etapa de salarios bajos que nos esperan… Un tercer aspecto positivo es que empresas y trabajadores demandarán menos combustibles fósiles (gas y petróleo) importados… es decir, se dejará de drenar divisas hacia Argelia, Rusia o Arabia Saudí... mejorará nuestra balanza comercial, y ese dinero ahorrado, se podrá gastar dentro de la Unión Europea, con el consiguiente efecto multiplicador sobre la economía.

Por qué unas medidas tan evidentes no se aplican… la respuesta también es evidente. Por un lado tenemos a una parte de la derecha española que le ha comprado íntegro el discurso a Trump y Bolsonaro, que entre otras muchas cosas incluye negar el cambio climático, y la influencia del COen él… sin entrar en el debate científico, sólo desde el punto de vista económico y geopolítico (que no moral) puede tener algún sentido que países productores de petróleo y gas se aferren a estas fuentes de energía… pero desde la economía y la soberanía que un país como España, que es totalmente dependiente de las importaciones de petróleo y gas, se aferre a ellas es estúpido… y si unimos la ciencia y la moral, es  irresponsable.

Por otro lado está claro el peso que tiene el lobby de las grandes empresas energéticas, con sus presiones y sus puertas giratorias, sólo se plantean la transición hacia las energías renovables por medio de macro proyectos controlados por ellos… defienden mantener su oligopolio persiguiendo el autoconsumo… como en la Edad Media los señores feudales hacían con el monopolio de hornos, fraguas y molinos.

Nuestros gobernantes son el tercer freno al autoconsumo energético, y no sólo seducidos por las prebendas y puertas giratorias de las energéticas, sino porque el autoconsumo reduciría los ingresos fiscales por los impuestos al consumo de energía. Llevamos años viendo cómo se baja la fiscalidad a las grandes empresas, o incluso como estas tributan directamente en agujeros fiscales como Irlanda o Luxemburgo, mientras se suben los impuestos al consumo como el IVA y los impuestos especiales. Al renunciar a estos ingresos les costaría mantener sus poltronas en los 17 chiringuitos autonómicos, más los organismos públicos y demás entes. Cómo dijimos al principio del artículo, eso es lo único que preocupa a nuestros políticos.

 

* Ver Deuda pública en España hoy, según datos del Banco de España

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