Nadie puede dudar de la radical oposición que los falangistas auténticos hemos mostrado al régimen de Sadam Husein, de nuestra rechazo radical hacia los crímenes cometidos contra su propio pueblo –kurdos, chíies y cuantos mostraron su disidencia- y también contra la nación iraní, durante una guerra alimentada con interesados suministros occidentales.

 

Pero una brutalidad no puede justificar otra brutalidad. El singular procedimiento judicial y el ahorcamiento, la pasada madrugada, del ex dictador iraquí no es, como ha asegurado George Bush, un hito importante en el camino hacia la democracia en Iraq, sino, por el contrario, un episodio negro que nada tiene que ver con un verdadero Estado de Derecho.

Las autoridades norteamericanas han mostrado su creencia de que mantener a Sadam con vida alentaba la resistencia. Pero lo que alentará una respuesta violenta es haber convertido a este tirano, a los ojos de sus seguidores, en un mártir político, demostrando escasa visión estratética, incluso en el brutal método utilizado y en la difusión de unas imágenes que recorrerán el mundo, con lo que a buen seguro se provocarán nuevas víctimas inocentes.

En todo caso, debe quedar claro que el argumento ético anula cualquier consideración pragmática. Con independencia del procedimiento, de la divulgación o de la ineficacia, la pena capital no es justificable en modo alguno y en ningún supuesto. También en este caso, Falange Auténtica se reafirma en el rotundo rechazo a la pena de muerte, contenido en la Declaración de Principios con la que inició, hace cuatro años, su andadura política.