La violencia, el hambre, la pobreza, la miseria y la incultura en la que malviven millones de personas en el mundo es el resultado del progresivo hundimiento en el fango capitalista de la humanidad, en el que la prosperidad de unos pocos se ha producido a costa del empobrecimiento y sumisión de otros muchos. Situación que la globalización y el liberalismo promueven y alientan.

En la celebración del 1º de Mayo reivindicamos un cambio profundo como nacionalsindicalistas, promoviendo actitudes para la paz, el entendimiento, la justicia social y la solidaridad frente a los exabruptos de la confrontación, el dominio, la explotación y la violencia.

Para los falangistas, el valor del trabajo adquiere una importancia suprema como valor de dignidad y realización del ser humano. En nuestra Patria es cada vez mayor la inseguridad, la inestabilidad y la precariedad laboral. La reducción de derechos sociales a la mínima expresión y la máxima desprotección son las mejores bazas para alcanzar la finalidad de subordinar a los trabajadores al poder capitalista.

Se contribuye a minimizar el poder del Estado y la responsabilidad que otorga nuestra Constitución a los poderes públicos, en lo referente a la distribución de la riqueza y la protección social, así como la universalidad y la garantía e igualdad en el ejercicio de los derechos fundamentales y los servicios públicos. A lo que se tiende es a la privatización, a que se administren por entidades privadas el atendimiento de necesidades básicas de amplios colectivos de ciudadanos, con lo que se beneficia a los que más tienen en perjuicio de los que menos.

Desde la política del déficit cero y las reformas fiscales que reducen los gastos del Estado favoreciendo los oscuros intereses capitalistas y de los que tienen las rentas más altas; desde esta política, se condena a malvivir a millones de personas con pensiones indignas y se deterioran los servicios públicos hasta acabar privatizándolos. Tenemos el ejemplo de la continua insistencia en la viabilidad del sistema público de protección social, para de repente sustituirlo por sistemas privados. Podemos notarlo también en el deterioro de la educación pública debido al recorte de los recursos económicos destinados a la misma, así como a la implantación de programas educativos trasnochados.

Como nacionalsindicalistas exigimos el fortalecimiento del Estado como garante de la distribución de la riqueza y la cohesión social. Como potenciador de los servicios públicos y protector de los trabajadores como principio jurídico primordial frente a los criterios de competitividad empresarial, así como que se abra el debate sobre la responsabilidad social de las empresas.

Como falangistas, denunciamos el papel que interpretan las organizaciones sindicales mayoritarias que, con proclamas de izquierda y sumisión a la derecha, contribuyen a reafirmar la precariedad y desprotección con el modelo de "concertación social que promueven y practican, debilitando así al movimiento sindical alejándolo de los trabajadores y colocándolo bajo la sospecha y la desconfianza.

Como revolucionarios, apostamos por un modelo económico al servicio del ser humano, con lo social primando en toda actuación política. El Sindicalismo, reflejo de trabajadores organizados, tiene un papel fundamental para desarrollar este modelo económico.

Como miembros de Falange Auténtica, creemos en el valor de la concertación social como instrumento al servicio de este modelo de desarrollo socioeconómico. Una concertación más participativa y conectada con los intereses reales de los trabajadores, basada en factores de unidad de acción con el conjunto del sindicalismo para que éste recupere su capacidad de reivindicación, iniciativa y credibilidad, obteniendo así mayor fortaleza.

Como nacionalsindicalistas españoles proponemos esto para los trabajadores de nuestra Nación y del mundo.