Falange Auténtica quiere realmente aproximarse a los problemas de la sociedad, permaneciendo cerca de la sociedad. Somos pueblo, formamos parte de una misma realidad social, la española, donde no sólo nos codeamos con el resto de nuestros compatriotas y demás personas que están viviendo su vida en España, sino que además disfrutamos de ese contacto. Un contacto que queremos que sea respetuoso, amable, mutuamente enriquecedor, donde no venga nadie a darnos lecciones magistrales y donde nosotros sepamos también, reconocer la bondad de otros ideales y respetemos los diferentes planteamientos de los demás.

Pero eso no cambia ciertas realidades. Tal vez la más importante es que seguimos al otro lado... esperando.

Esperamos, sí, en una margen política que no es actualmente la más poblada y tendemos puentes de entendimiento para que poco a poco algunos se vayan animando a pasarse a nuestro lado. Y los resultados son esperanzadores.

Ya sabíamos desde el principio que somos muchos. Un día inclinaremos la balanza definitivamente hacia nuestra manera de ver las cosas, una patria considerada como un proyecto de vida en común que tenga por meta permanente la mayor justicia social, donde los seres humanos puedan asumir en libertad la grandiosa responsabilidad de preocuparse por el destino, no sólo de ellos mismos, sino del resto de sus semejantes.

Creemos firmemente en las posibilidades futuras de un planteamiento socioeconómico alternativo al neoliberalismo. La sociedad, compuesta mayoritariamente por personas dedicadas con su trabajo a cumplir un fin social de enriquecimiento del colectivo y de satisfacción de sus propias necesidades familiares y personales, debe ser la que realmente posea y distribuya el poder, tanto económico como político. Nuestro mundo ideal sigue siendo un gigantesco sindicato de trabajadores, donde la colaboración entre todos los productores no sea simplemente una eficiente maquinaria para enriquecer capitalistas, sino una verdadera empresa, participada por todos sus integrantes, en manos de todos sus integrantes, propiedad de todos sus integrantes, organizados en sindicatos de empresa, encuadrados en sus lugares de trabajo y al tiempo en las instituciones sindicales que tomen la palabra para dirigir el esfuerzo económico nacional. Para gobernar la economía, para democratizar de una vez la economía. Para hacer bueno el principio de libertad y autogestión que nos anima.

No hemos olvidado aquello de que las acumulaciones de capital son beneficiosas para la economía cuando son un instrumento para conseguir fines colectivos y no simples herramientas de opresión en manos de la oligarquía. Y son muchos los que así lo creen y que dentro de poco sabrán que para empezar a tener un mundo justo, lo primero que hay que hacer es acabar con el poder de la banca y los grandes grupos financieros. Todo, en este mundo globalizado, puede hacerse si los recursos ingentes que es capaz de crear la humanidad se ponen al servicio de la persona. Deseamos romper la realidad sangrante de hoy en día. Una realidad de injusticia y reparto desequilibrado de lo producido, en la que las personas están todas al servicio de la creación de esa ingente riqueza que aprovechan en su interés sólo unos pocos, y que es capaz de mantenernos, a nosotros en la esclavitud consumista, y a muchos de nuestros hermanos muriendo de hambre en sus países o muriendo de cualquier otra cosa en las decenas de miles de pateras que cruzan los mares huyendo del hambre, de la miseria y de la opresión, en ocasiones para dejar la vida en el intento, en ocasiones para desengañarse al ver que en nuestro mundo tampoco se atan los perros con longanizas.

Crear un sistema financiero y crediticio alternativo, que apueste por la creación de justicia además de por la creación de riqueza, es un objetivo de muchos pero que aún es defendido por pocos. Esos pocos, están, como nosotros, al otro lado y aún sabiéndose parte de la sociedad que permite, y a veces hasta santifica el sistema injusto, no renuncia a verlo sustituido un día por un modelo diferente de relaciones humanas, donde las instituciones creadas por el hombre para regir los destinos del colectivo, asuman su responsabilidad en la vigilancia de la justicia y no se inhiban como ocurre en nuestros días de la suerte de muchos seres humanos que forman también parte de la patria.

Al otro lado, esperando. Esperando y trabajando para que la espera sea corta y cada día sean más los que sin violencias, sin gritos, sin necesidad de adoptar posturas maximalistas, comprendan que otro mundo no sólo es posible sino que es absolutamente necesario.