Alguno podrá pensar que dicho título, ante la magnitud de la tragedia, peca de frivolidad cuando miles de personas todavía sufren ese inmenso dolor ante la conciencia de pérdida de seres queridos, mutilaciones y vidas destrozadas. No os falta razón.

Pero también es cierto que, ese dolor, en cierta medida compartido por toda una sociedad debe de ir dejando paso a la reflexión. Cuando los medios informativos parecen haber relegado la tragedia a la búsqueda de la anécdota complaciente propia del estilo "Reality-Show, cuando los sentimientos humanos buscan desaforadamente expulsar esa rabia contenida y no lo vamos a negar, emergiendo incluso sentimientos cercanos a la intolerancia, cuando el régimen y todo su aparato obvia hacer la mas mínima referencia a las causas que obligatoriamente preceden a todo hecho, porque precisamente en el origen de esas causas alguien podría encontrar a "esos otros culpables, corresponde a la ciudadanía, corresponde a aquellos inconformistas que se niegan a situarse en la exclusiva complacencia de los sentimientos, levantar la voz y con la serenidad que permita nuestro origen humano, exigir la reflexión.

Cuando tras los siniestros atentados del 11 de septiembre el presidente Bush advertía que occidente se encontraba en guerra, un nuevo modelo de guerra llamado terrorismo internacional, no le faltaba razón. Ante ello, toda persona de buena voluntad debe sentir como prioritario el rechazo tajante ante los enemigos de la humanidad. Ante aquellos que usando doblemente el dolor, dolor primero de aquellos que ávidos de justicia social, de las mínimas condiciones humanas se hacen presa fácil de sus siniestros manipuladores y el dolor de las víctimas inocentes, no debe existir el más mínimo atisbo de complacencia ni la más mínima debilidad de reacción.

No obstante que nadie espere una victoria completa, si, con esa misma energía, no somos capaces de enfrentarnos a la génesis del terror. Tampoco esperemos que el propio sistema y sus medios, partícipes en la causa nos faciliten dicha reflexión.

Hasta ahora, ese sistema, ha sido capaz de efectuar todas las mutaciones que la historia le ha requerido. La derrota del colonialismo, el nacimiento del marxismo, los convulsos años de entre guerras mundiales, han sido pruebas que han puesto en jaque las injusticias de un individualismo que ha sabido encontrar nuevas víctimas, al tiempo de contentar a las sociedades enfurecidas con el reparto de las migajas. El hecho de desviar el sufrimiento, con la inmejorable ayuda de ese nuevo "opio del pueblo llamado ultra consumismo ha conseguido no sólo adormecer a una sociedad cada día mas autocomplaciente, ha sabido, lo que es mas grave, relegar de nuestra conciencia los mas mínimos valores heredados de nuestra tradición, valores que se hace imperante volver a rescatar si de nuevo queremos albergar la esperanza de un mundo en paz.

Las necesidades cada día más insaciables del sistema han conseguido que tres cuartas partes del mundo mal vivan en la mayor desesperanza. Si bien esas migajas caídas de la mesa del liberal capitalismo han conseguido una relativa paz social, sujeta a una coyuntura de los mercados favorable, su avaricia y ausencia de valores han propiciado un efecto multiplicador de la miseria en las clases mas desfavorecidas, en ese otro mundo que nos negamos a mirar. Un mundo, aún así, cada día más cercano debido a la revolución de las comunicaciones, un mundo que cada día mas empieza a atisbar esa otra sociedad de la opulencia, de la mentira y del ultra consumo.

Los que por nuestra consideración hacia el hombre y hacia la justicia siempre nos hemos negado a las políticas estrechas anti inmigración no dejamos de ser conscientes de que esta medida, por justa y necesaria que hoy sea no es mas que un mero parche del todo incapaz y demasiado efímero como para que nuestras sociedades lo puedan soportar. Ahora comprobamos que incluso, esta medida de absoluta justicia, también se convierte en arma estratégica para las alimañas del terror. El peligro inminente de radicalización por parte de una sociedad donde empiece a crecer la xenofobia y el racismo puede llegar a ser una mecha de consecuencias incalculables en manos de aquellos cuyo objetivo pasa por la destrucción del mundo occidental.

Por todo ello, ya no solo en nombre de una justicia y unos valores que un día alumbraron occidente, en nombre también de la supervivencia, por la paz, comencemos la reflexión.