Cumbre de partidos nacionalistas ayer en Cataluña, todos están de acuerdo, Puigdemont también: el negoci es el negoci: pondremos fecha y hora al plebiscito nazionalista. Así lo aprendieron del gran inspirador e instigador, el excelentísimo ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Quien supo cómo nadie, que nada como controlar los resortes públicos y por ende los privados, en una porción reducida pero significativa de territorio, para, a través del sentimiento, aprovechar las cuantísimas posibilidades de que una reducida clase privilegiada se convierta en inmensamente rica. La fórmula no es nueva, “Divide y vencerás”, reza el viejo Romancero Español. Y, por otro lado, una antediluviana argucia de excelente artificio: la exaltación de los sentimientos sin que medie la razón, la inteligencia, el sentido común y, por qué no, la virtud. Un tándem perfecto capaz de convertir una comunidad civil formada por criterios y diferencias enriquecedoras, en masas, en ejércitos de adocenados para el fin deseado, que, en este caso, y a los hechos nos remitimos, era, como se dice vulgarmente, forrarse. Así de triste. No se saquea lo que se ama. Nuestro gen anti-español, cretino por naturaleza y el pensamiento único impuesto desde fuera, por la globalización, han hecho el resto.
Y el aciago desenlace daña la vista: una familia, con un puñado de plebeyos intelectuales y morales alrededor, practicando políticas torticeras, insultando la inteligencia de un pueblo que les aclama y les perdona el desmantelamiento de un sistema público que venía a añadir decencia y dignidad a la mayoría.