Cada día cientos de niños afeminados, delicados, educados o simplemente desafortunados sufren en los patios de los colegios y en las plazas de las ciudades y pueblos de España que muchos de sus compañeros les llamen maricones.

Y nada va a cambiar para ellos con esta Ley, porque ZP no hace frente al problema real de la homofobia y la discriminación por razón de orientación sexual sino que busca el fácil rédito político que dan las medidas efectistas y gratuitas. Antes que abrir el complejo debate de cómo hacer frente a una realidad social a la que no ha sabido enfrentarse aún ninguno de los países que nos rodea, el Presidente Dialogante ha preferido cerrarlo a golpe de ley.

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Nos estaríamos fallando a nosotros mismos si no dejásemos todo por colocarnos detrás de la pancarta de los trabajadores de los astilleros de Izar. Negaríamos nuestros principios si no nos olvidásemos de toda afiliación política y sindical para compartir asfalto y aliento con nuestros compañeros de los astilleros de Izar de Sevilla, la Naval de Sestao en Vizcaya, San Fernando de Cádiz, Gijón o Manises en Valencia.

Nuestro pasado y presente, ligado siempre a la España trabajadora, desaparecería si nuestras manos obreras no sujetasen esa pancarta de la dignidad. Romperíamos nuestra palabra si la reivindicación de los trabajadores de Izar no fuera también la nuestra.

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Más allá de la victoria global del PPE, o de la ajustada victoria del PSOE en nuestro país, no cabe esta vez ni la más mínima duda de que la gran triunfadora de las últimas elecciones al Parlamento Europeo ha sido la abstención, con porcentajes abrumadores. Los europeos que no han votado han superado, con creces, al conjunto de los que sí han votado a cualquiera de las opciones. Si tenemos en cuenta, además, que, entre tales opciones, existen algunas candidaturas de euroescépticos y numerosos movimientos políticos alternativos, como es nuestro caso, la conclusión no puede ser más clara. La falta de participación ha sido la nota más destacada, incluso, en aquellos países que acaban de ingresar en la Unión Europea, en cuyos electores tampoco ha despertado entusiasmo alguno la elección de un parlamento que está vacío, en buena medida, de contenido real.

 

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En más de una ocasión hemos oído al Presidente Rodríguez Zapatero y a distintos miembros del actual ejecutivo afirmar, para justificar la retirada española de Iraq, que no se pueden tomar decisiones en contra del sentir mayoritario de los ciudadanos, aludiendo a la postura de apoyo a la intervención militar norteamericana por parte del Gobierno Aznar. ¿Es coherente ahora que Zapatero y sus ministros estén dispuestos a acercarse a las tesis marroquíes sobre el Sahara, en abierta contradicción con la opinión pública española?

El primer Gobierno de Juan Carlos de Borbón abandonó a su suerte a la población del Sahara, que sufrió la ocupación militar por parte de Marruecos. La ONU apostaba por una descolonización ordenada, reconociendo el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, pero las autoridades españolas hicieron una auténtica dejación de su responsabilidad, dejando de facto a los saharauis bajo dominio marroquí.

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Creemos firmemente en Europa, y por eso nos presentamos a estos comicios. Para los falangistas auténticos, representados en FA, Europa tiene que ser por encima de todo un espacio para las personas. Hoy, como siempre, seguimos pensando que la reorganización del mundo tiene que comenzar por el individuo, y desde esa realidad reconstruir las unidades vitales elementales: los municipios, las comarcas, las regiones, y todas y cada una de las grandes naciones del viejo continente, que cumplirán plenamente su misión cuando sean capaces de ofrecer al mundo un futuro de paz, justicia y profundización en la democracia. Este es el gran reto que afronta el mundo de hoy, y ya el fundador de Falange Española decía que la gran tarea moral que correspondia a España es proponer un nuevo modo de organizar la cosa pública. Ese objetivo, misión genuina de España, sigue siendo hoy válido. No es posible el aislacionismo, el mundo se ha convertido irremediablemente en una gran "aldea global", pero, eso sí, con partes claramente diferenciadas. Es inegable que dentro del mundo occidental hay "talantes" diversos. Europa, a menudo mera comparsa de los Estados Unidos, debe apuntar otra forma de entender lo occidental, más humanista, menos grosera que lo que nos brinda la factoria USA.

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