Falange Auténtica, al igual que otras numerosas organizaciones políticas, sindicales y sociales, mostró en su día expresamente su adhesión al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo suscrito por las dos principales fuerzas políticas. Los frutos positivos de dicho acuerdo, alcanzado entre los dos partidos con mayores posibilidades hoy de gobernar la nación, son conocidos: una intensificación de la lucha policial con importantes operaciones de desarticulación; un fortalecimiento de la cooperación policial y judicial a escala internacional contra el terrorismo; una reforma penal que llevó a un cumplimiento más efectivo de las condenas; unas medidas sobre menores que contribuyeron a disminuir el vandalismo callejero proetarra; y el desmontaje de una buena parte del entramado terrorista, que venía utilizando formalmente el disfraz de partido político, publicaciones, asociaciones juveniles o colectivos sociales para fomentar la presión social sobre la vida cotidiana de los ciudadanos vascos, y para esa trágica paradoja de financiar la actividad terrorista con fondos públicos. Si bien los grandes partidos tenían en su "debe una importante responsabilidad durante décadas, por la vergonzosa dejación del Estado en el País Vasco, este acuerdo desde luego había que computarlo en el "haber, por cuanto supuso un paso importante en la buena dirección, como los hechos objetivos se han encargado de demostrar.

 

La nueva política del ejecutivo Zapatero, enterrando el pacto sin razón que lo justifique, permitiendo que -a partir de un EHAK-PCTV teledirigido por los batasunos- pueda volverse a reconstruir y fortalecer el entramado político y social etarra, y haciendo una inoportuna invitación al diálogo a una banda criminal que no ha dado ningún síntoma de querer dejar de matar, es uno de los hechos más graves que hemos presenciado en estos meses de errático gobierno.

El PSOE fue en su día el artífice de una esquizofrénica política en este terreno, que bandeó desde el terrorismo de Estado hasta las negociaciones de Argel y en la que, de paso, algunos espabilados metieron su mano en la caja pública de los fondos reservados. Pero, tras la propuesta pública del propio Zapatero para firmar un Pacto Antiterrorista y el respaldo a la política derivada del mismo, nada hacía pensar que, con su llegada al Gobierno, se fuese a producir un giro de estas características, tan desalentador para todos los españoles, pero muy especialmente para quienes dan la cara día a día en el País Vasco.

 

No es ya que el PSOE haya desoído las críticas del PP, sino que no ha querido escuchar a buena parte de su propia militancia vasca, gentes que han tenido trayectorias políticas de las que, ideológicamente, se podrá discrepar, pero que, desde una dimensión cívica, hay que reconocer que han sido rayanas con el heroísmo cotidiano. Ha dado también la espalda a las advertencias de las asociaciones de víctimas, a la opinión de numerosos analistas, a los criterios expresados por colectivos sociales...

 

Y, sin embargo, ha recibido los parabienes –y la cordial "bienvenida al club- de ERC, cuyo líder incurrió en el comportamiento desleal y miserable de reunirse en secreto con unos asesinos con oscuros fines. Ha sido apoyado por PNV, EA e IU, las formaciones que conformaron el tripartito vasco que puso en marcha un plan soberanista y excluyente. Y ha sido pública y calurosamente elogiado por Arnaldo Otegi, el portavoz de una formación política ilegalizada por su connivencia con la banda terrorista.

 

Quizá el Presidente del Gobierno debería releer, antes de seguir por ese camino, la célebre fábula de Samaniego, y aplicarse con humildad a la misma reflexión que el oso del piamontés, al que la mona advertía que bailaba mal, mientras recibía encendidos elogios del cerdo:

 

Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí
y, con ademán modesto,
hubo de exclamar así:
- Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.

Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!,
si el necio aplaude, ¡peor!

 

Selenio