Hace unos días escuché un comentario que consideraba que las elecciones municipales deberían tener lugar cada dos años, dado el ímpetu inaugurador que generan cuando están a punto de celebrarse y la aceleración que provocan en obras que en otros períodos son interminables.

 

Cada cuestión municipal o autonómica que se suscita se entiende en clave electoral por parte de los grandes partidos. Ambos se ajustan perfectamente a su papel y sus discursos son perfectamente intercambiables en función de que se encuentren en el poder o en la oposición, es decir, cada uno diría lo que dice el otro si estuviera en el sitio que las urnas han asignado al otro. Un perfecto paripé.

 

A lo largo del puente de mayo -macropuente en la Comunidad de Madrid-, se han producido diversos incidentes violentos en la capital en el barrio de Malasaña. Cómo no, los unos y los otros arriman el ascua a su sardina con una actitud claramente electoralista. En este barrio en el que ni siquiera existe acuerdo sobre su nombre, pues para unos es el Barrio de Maravillas y para otros el de Malasaña, se han producido incidentes violentos al pretender diversos grupos de jóvenes celebrar el 2 de mayo en la plaza del mismo nombre a base de un multitudinario botellón.

La Policía Municipal de Madrid ha extremado su celo en defensa del descanso de los vecinos, pues quienes les dirigen se acuerdan ahora especialmente de sus posibles votantes, afán municipal que no es constante a lo largo de los cuatro años de legislatura y tampoco equitativo entre unos barrios y otros. En el mío, cada vez que se ve a un municipal, echamos de menos la cámara de fotos, ya que podríamos estar ante una exclusiva periodística.

 

Los incidentes se repitieron a lo largo de varias noches con un balance de numerosos heridos entre policías y jóvenes, abundantes destrozos en el mobiliario urbano y en bienes particulares como coches, portales o escaparates. Curiosamente la Delegación del Gobierno no ha apoyado suficientemente a la Policía Municipal -el color político del Gobierno es distinto del municipal como todos sabéis- y, cual Pilatos, se ha lavado las manos diciendo que las competencias en relación al control del botellón son municipales.

 

A todo esto, el Grupo Municipal Socialista no se lava las manos sino que se las frota, casi igual que cuando se inunda un túnel y, lejos de pedir el apoyo de la Delegación del Gobierno en forma de efectivos de Policía Nacional, da la razón a ésta para centrarse en criticar al Ayuntamiento.

 

En relación a los colectivos que organizan la "borroka botellonera podemos cuestionarnos cuánto hay de espontaneidad y cuánto de actuación teledirigida.

 

También podemos plantearnos cuál es el interés que demuestran las fuerzas políticas mayoritarias de cara a ofrecer a los jóvenes formas de ocio sanas y alternativas o cuál es la eficacia de sus millonarias campañas de prevención en materia de drogas y alcohol, ya que no se observan resultados tangibles.

 

Mientras tanto, lo que está claro es que la campaña electoral ha llegado a Malasaña y que los guiñoles de nuestro teatrillo político actúan siguiendo fielmente el guión de siempre.

Lutecio