El humorista y presentador Andreu Buenafuente entrevistó el otro día, para su programa nocturno en La Sexta, al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

 

Buenafuente comenzó su diálogo pidiendo disculpas por su tardanza (o su supuesta tardanza, supongo que era una escenificación) y Zapatero no resistió a la tentación de hacer el chascarrillo:

 

- Imagino que venías en Cercanías…

 

Cuando los ciudadanos padecemos problemas, estamos en nuestro derecho a indignarnos, a protestar o a tomárnoslo con buen humor. Según los casos o, incluso, según los días y los momentos.

 

A los únicos que no les está permitido bromear con los problemas es a quienes tienen la responsabilidad de solucionarlos y no lo hacen.

Estoy completamente seguro de que la desafortunada ocurrencia del presidente no habrá hecho ninguna gracia a los miles de ciudadanos barceloneses que, cada día, sufren una odisea con el transporte público para llegar a su trabajo, a sus lugares de estudio o a sus casas. Y no porque carezcan de sentido del humor. Es que, sencillamente, hay cosas que no tienen ninguna gracia.

 

Los políticos están para gobernar, diseñar proyectos comunitarios de futuro, mejorar nuestras condiciones de vida y resolver problemas. Este ingenioso Zapatero todavía permanece inédito como solucionador de cualquier problema ciudadano. Por el contrario, tiene largamente acreditada una gran capacidad para crear algunos problemas que no existían.

 

Reír, reírse de uno mismo, de las circunstancias o de lo que sea puede resultar sano. Sin embargo, que nuestros políticos se rían de nosotros, no es de recibo.

 

Pero también hay que decir algo que a la gente no le gusta mucho escuchar: a veces, si se ríen de nosotros, es porque ven que se lo permitimos, porque -unos y otros- saben que aquí todo cuela, que al final los ciudadanos nunca nos salimos del guión que ellos nos escriben.

Selenio