Preguntas para un debate

¿A qué edad nos reconocerán nuestros padres de la patria la mayoría de edad democrática? La mayoría de edad legal ¿no es a los 18 años? Entonces, ¿por qué, si ya hemos cumplido 30 de democracia, no nos conceden por fin la carta de ciudadanía plena?

 

¿Qué justificación tiene a estas alturas que sigamos sujetos a las listas cerradas y bloqueadas que las cúpulas de los partidos nos dan confeccionadas, casi siempre por criterios de docilidad y servilismo a unas siglas y no de valía política? ¿Cómo se explica que aún no podamos elegir libremente a nuestros representantes políticos sin ataduras? ¿Y cómo es posible que esto se mantenga incluso en las elecciones locales en municipios rurales, donde las personas se conocen y se tratan directamente?

 

¿Por qué los alcaldes son elegidos por los concejales, interpretando en ocasiones –con mayor o menor acierto- cuál sería la voluntad de sus electores –como acabamos de hacer en Ardales- pero también en otros casos guiándose por compadreos políticos y repartos de influencias? ¿Por qué no una segunda vuelta que permita la elección directa de alcalde por los vecinos cuando ningún grupo político haya alcanzado mayoría absoluta de concejales?

Un concejal de FA coordinó la participación municipal en la 1ª votación por internet en España

¿Qué sentido tiene un Senado que duplica las funciones del Congreso (y, de paso, el número de funcionarios, el número de parlamentarios, el número de sueldos, el número de días que se tardan en tramitar las leyes…) como mera cámara de segunda lectura, sin ejercer verdaderamente la representación territorial que tiene constitucionalmente atribuida sino, como el Congreso, sólo la representación de los partidos?

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La red escolar sostenida con fondos públicos está integrada por colegios e institutos públicos y por colegios concertados de titularidad privada.

 

Ambos tipos de centros se financian gracias a nuestros impuestos y constituyen una red única que comparte los mismos requisitos de admisión.

 

Parecería lógico pensar que, si los requisitos de admisión son los mismos, la heterogeneidad en la composición del alumnado debería ser similar entre un centro público y otro concertado situado en la misma zona. Todos sabemos que esto no es así y muy especialmente en lo relativo a la escolarización de nuestros conciudadanos inmigrantes. Los centros públicos escolarizan en mucha mayor medida alumnado de origen inmigrante, lo que conduce a una segregación de estos alumnos y también muchas veces de estos centros.

 

El argumento para explicar esta situación suele basarse en la inexistencia, muchas veces interesada, de medios en los colegios concertados para dar respuesta a las condiciones de diversidad que presenta el alumnado inmigrante. Así los programas de educación compensatoria, las aulas de enlace para la inmersión lingüística de los recién llegados o el profesorado especializado se concentra en los centros públicos no asumiendo buena parte de los concertados las exigencias que debería implicar su carácter de centros financiados con cargo al erario público.

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Eso nos decía Gabriel Celaya en su magnífica La poesía es un arma cargada de futuro y eso mismo se debe pensar al enterarse de una noticia ocurrida hace unos días y que ha pasado prácticamente desapercibida para los medios de comunicación y para la sociedad en general.

 

En Auckland, una ciudad neozelandesa, Folole Muliaga, una mujer de 44 años y madre de cuatro hijos, vivía gracias a la respiración asistida que le proporcionaba un aparato de oxígeno conectado a la red eléctrica.

 

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica

 

Mercury Energy, compañía subsidiaria de la estatal Mighty River Power, responsable del suministro eléctrico en la zona, envió a un empleado para que cortase el servicio la luz en la casa de Folole ya que ésta se había permitido la osadía de no pagar la factura correspondiente a dicho suministro.

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Una vez pasado el pleno en el Ayuntamiento de Ardales en el que se decidió el nombramiento de Juan Calderón, de Izquierda Unida, como nuevo alcalde de la localidad malagueña y toda vez que en esta decisión tuvieron arte y parte nuestros dos concejales ardaleños y la asamblea local de FA de dicho pueblo, dejaremos plasmada aquí nuestra opinión, para quien le interese informarse de la puñetera realidad.

 

Durante estas jornadas de reuniones locales, de presencia en los medios de comunicación de todas las partes implicadas y de opiniones de todo tipo vertidas desde todos los lados -incluso desde los que ni pinchaban ni cortaban en esta toma de decisiones-, queremos dejar claro que, desde la Ejecutiva Nacional de Falange Auténtica, se ha dejado absoluta libertad de decisión a la asamblea local de Ardales, sin ningún tipo de imposición.

De sobra es sabido por todos y cada uno de nuestros núcleos locales, provinciales y regionales que las únicas tres premisas que salen de nuestro órgano directivo son: ser honrados, aplicar el sentido común y buscar siempre lo mejor para el pueblo.

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¿Qué pensamos cuando les vemos llegar? Que son posibles competidores laborales. Que son demasiados. Que vienen a intentar cambiar nuestra manera de vivir... Los mejores decimos no tener nada contra ellos y sólo argumentamos que no hay trabajo para tantos, como si los movimientos de personas tuvieran que estar regulados por la ley de la oferta y la demanda: cuarto y mitad de inmigrantes para la cosecha siguiente…

 

No me he visto en la situación de ellos, por lo que me es difícil pensar como lo hacen ellos, pero alguna pista me da su actitud. Montados en cayucos, en ocasiones con sus hijos pequeños a cuestas, el esfuerzo que hacen por llegar supone un riesgo al que muchos de nosotros no nos expondremos en todas nuestras vidas. No creo que para ellos cuente demasiado la ley de la oferta y la demanda o ninguna otra ley que pueda venírsenos a la cabeza. En definitiva, el afán de supervivencia en algunos casos y el afán de mejorar una vida gris y mísera en la mayor parte de las ocasiones, es lo que pone en marcha las oleadas de inmigrantes que, con el buen tiempo, se incrementan hasta convertirse en noticia de todos los telediarios.

 

El drama de la inmigración es realmente el drama de la emigración, cuyas causas debiéramos estar cada día intentando eliminar, en lugar de sólo mirarnos el ombligo y hacernos cruces por tantos pobres nuevos que llegan a nuestras costas y aeropuertos.

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