El humorista y presentador Andreu Buenafuente entrevistó el otro día, para su programa nocturno en La Sexta, al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

 

Buenafuente comenzó su diálogo pidiendo disculpas por su tardanza (o su supuesta tardanza, supongo que era una escenificación) y Zapatero no resistió a la tentación de hacer el chascarrillo:

 

- Imagino que venías en Cercanías…

 

Cuando los ciudadanos padecemos problemas, estamos en nuestro derecho a indignarnos, a protestar o a tomárnoslo con buen humor. Según los casos o, incluso, según los días y los momentos.

 

A los únicos que no les está permitido bromear con los problemas es a quienes tienen la responsabilidad de solucionarlos y no lo hacen.

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La que tenemos montada en España desde hace semanas en torno a la Familia Real es de chiste o de culebrón.

 

Resulta que a una panda de lumbreras con ansias independentistas les ha dado por hacer ceniza con las fotos de Juan Carlos I y, claro, como no podía ser de otra manera en este país, se ha armado la de San Quintín. Estos tontos, en su ansia por hacerse notar y por ser los más progres y los más malos del mundo, nos han hecho flaco favor a todos los que, desde una posición relajada, comedida y democrática, llevamos años luchando para que la estirpe borbónica deje de vivir del cuento y empiece a... ¡trabajar!

 

Evidentemente, al instante, comenzó la guerra entre los defensores y los detractores de la técnica incendiaria y, por supuesto, la inmensa maquinaria propagandística de la Casa Real inició su particular batalla para sacar partido de este supuesto ataque.

 

Una nota oficial surgida de la Casa del Rey interpretaba estas acciones como "un ataque a la unidad de España porque Don Juan Carlos es el símbolo de la permanencia del Estado. Ni más, ni menos.

 

Tiene narices que, cuando lo que ardían no eran fotografías de la familia regente sino cuerpos de ciudadanos que volaban por los aires por el efecto de bombas asesinas, para estos mismos señores no era la unidad de España lo que se desquebrajaba; eran las instituciones.

 

Resulta de cachondeo recordar que, mientras un enfermo y feo personaje como Ibarretxe, mandaba órdagos al Estado diciendo y haciendo lo que se le venía en gana, el ahora indignado monarca le invitaba encantado a las suntuosas y ordinarias bodas de sus hijos –bodas, por cierto, pagadas por todos los ciudadanos-.

 

Tampoco se alarmaba la estirpe de la Zarzuela porque los habitantes de unas y otras tierras de España viviesen con calidades de vida que estaban y están a años luz unas de otras.

 

Mientras cientos de miles de españoles no tenemos acceso a una vivienda digna –recordemos, un derecho constitucional- ellos le hacían un chalecito al heredero para que no tuviese que vivir en el palacio de papá.

 

Y así podríamos seguir poniendo ejemplos.

El verdadero problema de la unidad española no lo es ni la bandera, ni la letra del himno, ni las selecciones autonómicas, ni, por supuesto, la quema de fotos de los Borbones, ni el resto de cuestiones superficiales; lo es la falta, la tremenda falta de un proyecto nacional atractivo, justo, igualitario y solidario. En su lugar, hemos y han convertido esta nación en una amalgama de egoístas, insolidarios, violentos, maleducados y materialistas. Y así nos va.

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Vamos a subastar las soluciones a la baja natalidad en España. El señor sonriente que está sacando un conejo de la chistera ofrece 2.500 euros... 2.500 a la una, 2.500 a las dos… El caballero de barba ofrece 3.000…

 

Y ahora pasamos a subastar las soluciones al problema del acceso a la vivienda. ¿Qué me ofrecen? ¿800.000 viviendas dice la señora? Ah, que son 800.000 "soluciones habitacionales". Ah, no, 800.000 "actuaciones" dice ahora ¿Cómoooooo? La misma señora ofrece ¿unas zapatillas "kelyfinder"? ¿he escuchado bien? Señora, creo que va usted bajando la puja en vez de subirla… A ver, el caballero del fondo ofrece una casa en venta o alquiler para cada andaluz que cobre menos de 3.000 euros mensuales. ¿Hay quién dé más...?

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A mí lo que más me gusta de la clase política española es lo atenta que está siempre a las preocupaciones ciudadanas. Es atisbar un problema que nos preocupa y allá están ellos raudos al tajo: el Gobierno poniéndose manos a la obra a solucionarlo con ahínco y la oposición poniéndose manos a la obra a demandar soluciones y proponer alternativas.

 

Leo que el PP ha registrado la siguiente pregunta para formular al Presidente del Gobierno en su próxima comparecencia en el Senado: "¿Qué reflexiones le han llevado a concluir que el Gobierno de España debe ser llamado "Gobierno de España"?". Tal cual. Para nota lo de esta gente.

 

Habrán visto que el Gobierno ha decidido que toda la publicidad institucional, antes de aludir al Ministerio u organismo público correspondiente, lleve la firma de Gobierno de España e incluso ha convocado un concurso para decidir la imagen corporativa de esa marca. Y el PP plantea la pregunta citada, porque, como estamos en precampaña, toca aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para acabar hablando por enésima vez -como si lo viera- de las concesiones a los nacionalistas, una reiteración que en mi opinión obedece más al interés partidista que a una sincera preocupación.

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Es sabido que los políticos manejan un lenguaje distinto al común de los mortales y que están aleccionados para no salirse del guión. Salvo honrosas excepciones, siempre dicen lo que se espera que digan y, en no pocos casos, con las mismas palabras. Argumentario puro y duro, vertido en discursos y entrevistas.

 

Sin embargo, los jóvenes cachorros de político, cuando están en la fase de formación, todavía no tienen totalmente dominada esta habilidad, de forma que, en lo que dicen, a veces se asoma lo que realmente piensan. Y, créanme, es para preocupar.

 

Esto es lo que pasó en una reciente entrevista con Nacho Uriarte, el dirigente de Nuevas Generaciones del PP en Diario de la Noche de Telemadrid.

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