Por Mendelevio.

La presidencia de Donald Trump es un hecho a analizar con más rigor que el aplauso incondicional de la extrema derecha eurófoba o del rechazo visceral de toda la izquierda del caviar. Podemos extraer lecciones, debemos preparar respuestas.

La posibilidad que un “outsider” político, con mucho menos dinero para la campaña que su rival y con toda la prensa en contra pueda ganar, abre la puerta a que otros lo podamos hacer. La política se ha democratizado al reducirse el peso de los “mass media” o los grandes grupos financieros y aumentar el peso de las redes sociales y de los voluntarios.

El estilo bronco, provocador y  grosero de Trump, con guiños racistas y machistas, no es el nuestro. En España y en Europa conocemos bien los efectos de la agresividad verbal en la política. Los años 30 del siglo XX son un ejemplo de a donde conducen los discursos de los matones políticos, de la Pasionaria al doctor Albiñana.

Sus políticas tienen luces y sombras. Todo Estado tiene el derecho y el deber a vigilar sus fronteras y a regular la inmigración. Pero nadie tiene derecho a humillar a su vecino con frases como “construiremos un muro y lo pagarán los mexicanos”. Rechazamos la criminalización de las personas por el hecho de pertenecer a una etnia, tener una raza, hablar una lengua o profesar una religión. Un criminal es quién comete un crimen, independientemente de todo lo demás. Los falangistas estamos al lado de nuestros hermanos de lengua y de historia: los hispanos. Los consideramos nuestros hermanos.

Compartimos sus críticas a como una superpotencia de partido único, la China comunista, se ha aprovechado de la globalización para hacer competencia desleal a la economía estadounidense. Desde  <FA> llevamos años denunciando la política monetaria China, con un Yuan sobre devaluado, que favorece sus exportaciones.  Hemos criticado que la devaluación interna (bajada de salarios) a la que nos hemos enfrentado, no se ha trasladado a la competitividad exterior, por el valor del euro frente al yuan y el dólar. Obligar a las empresas occidentales a competir con las asiáticas, que no se enfrentan a la misma normativa laboral y laboral, es arrastrar a las clases medias y obreras de EEUU y Europa a la precariedad.

En <FA> también hemos recelado de acuerdos comerciales como el TTIP, que suponen una pérdida de soberanía de los Estados (formalmente controlados por los ciudadanos), en favor de unos organismos de mediación no elegidos de forma democrática, en los que las multinacionales (que responden a sus accionistas), están en plano de igualdad que los Estados (que responden ante sus ciudadanos).

Negar el cambio climático es una irresponsabilidad acientífica y criminal para nuestros nietos. El cortoplacismo capitalista lleva a la humanidad al colapso.

Disentimos de su modelo ultraliberal de asistencia sanitaria. Nosotros nos consideramos herederos de un sistema de prestaciones universales, financiado por medio de la solidaridad fiscal, que arranco a principios del siglo XX con el Instituto de Reformas Sociales y del Instituto Nacional de Previsión.

La declaración de intenciones de la política exterior por parte de la embajadora de Estados Unidos ante la ONU no puede estar más alejada del ideario falangista. Es una defensa cerrada de egoístas intereses nacionales. Ser “una unidad de destino en lo universal” no es lanzar ejércitos contra las fronteras, ni saquear otros pueblos. Es defender la Justicia, la decencia y la Dignidad Humana como valores universales.

La retirada de fondos a asociaciones que fomente el aborto tiene sentido siempre que se fomente la ayuda a la infancia desasistida y se implementen medidas para prevenir embarazos no deseados.

Nos esperan años inquietantes, que no se despachan con un NO o un SÍ a Trump, sino un análisis medida por medida… Debemos aprender y actuar con rigor y con visión a largo plazo. No con el cortoplacismo populista o electoralista.