Por Benjamín Ramírez

Desde que los hijos de la orgullosa Albión se lo apropiaron, Gibraltar siempre fue un pedacito de suelo que algún día retornaría a la tierra común española. Por el contrario, para los británicos Gibraltar era y es la roca refugio de sus últimos sueños imperiales. Durante siglos, los políticos españoles y británicos nos estuvieron tomando el pelo hablando de la soberanía sobre Gibraltar, sin jamás llegar a un acuerdo solvente. Eran dos los que litigaban alrededor de un té caliente o, mejor aún, con el aporte oloroso de un buen jerez del Sur ibérico. Todo se reducía, al fin, a buenas palabras, eso sí: diplomáticamente seleccionadas. El asunto no daba para más y el futuro diría...

Y tanto. Antes eran dos los que se disputaban la perdiz. Ahora, con el consentimiento del Gobierno español, ya son tres los que entran en el juego. Si dos no se entendían, el trío todo lo dificultará más. Serán dos contra uno. Ingleses y gibraltareños por un lado y los españoles, cuitados, por el otro. Eso está más que claro. Y, una vez más, el entreguismo de ciertos políticos progres se habrá salido con la suya. Mientras tanto, para España las posibilidades de un Gibraltar español menguan notablemente, por no decir definitivamente.

¿Cómo un Gobierno que se dice de todos los españoles puede cometer una fechoría de ese tipo, sin siquiera avisarnos del paso que se ha dado?. ¿Puede un Gobierno vanagloriarse de sus descarríos, como el Sr. Moratinos y el Sr. Chaves, próceres del Partido Socialista Español, han hecho al aceptar que el Peñón siga siendo colonia inglesa por los siglos de los siglos?. ¿Es ése el talante de los hechos consumados?. Será un talante eficiente, pero democrático no lo es. Hay cosas con las que los españoles no estamos dispuestos a negociar, o por lo menos no queremos que, como puñalada trapera y vergonzante, nos arrebaten la ilusión y los sueños de ser una nación con un destino que cumplir en el concierto de las demás naciones. Solo los que practican la política del ir tirando día a día, firmes las posiciones atrincheradas en las poltronas, aunque ya las ideas nobles y altas hubieran desaparecido de sus estrechas mentes, sólo esta clase de políticos sin nobleza alguna podían haber cometido tremenda fechoría.

Prepárate Navarra, que también tú corres el peligro de ser entregada. ¿Cuándo? ¿Cómo? Ya lo ves: no te lo dirán. Parafraseando a un vasco honorable lo dijo claro en su día: "Cierta clase de políticos son como los comedores de sapos, para quienes no hay nada que dé asco. Lo peor es que pretenden que los demás también los comamos. ¡Y eso no!.