¿Qué hay tras el homenaje institucional a las víctimas del atentado cometido en Barcelona por terroristas yihadistas contra personas inocentes, vecinos y turistas que visitaban una de las ciudades más maravillosas de España?

Las víctimas caminan formando una primera línea…

Las víctimas caminan al frente, solas…

Por delante de las autoridades…

Se puede ver la imagen terrible de una madre que sobrevive como puede aferrada al recuerdo doloroso de su pequeño hijo asesinado en ese mismo lugar, en el que en estos momentos deposita una flor.

Lágrimas…

Lágrimas que estremecen a España entera. Sí, a España entera, más que sea ese matiz el que se haya intentado ocultar a toda costa, en el homenaje a las víctimas de los atentados de Las Ramblas de Barcelona.

A diferencia del homenaje del pasado año, en este de hoy las autoridades han evitado la exhibición de símbolos independentistas, al menos junto a las víctimas. Y entendemos que lo han hecho porque las víctimas mismas lo han pedido, casi suplicándolo, en los días previos, en declaraciones públicas en medios de comunicación.

Y si bien las autoridades han evitado la exhibición de símbolos independentistas, no han podido evitar los desplantes. Ni siquiera por las víctimas. Y no han podido disimular un hecho todavía más grave: la excesiva exhibición de las víctimas como símbolo.

Han desatendido la intención última. Lo que, al fin y al cabo, da sentido a nuestros actos. Y se ha “visto” demasiado, restando credibilidad y profundidad a la puesta en escena.

Una intención última que no eran las víctimas, sino más bien evitar a toda costa la aparición de los colores que nos identifican a todos los españoles. Los colores de una bandera con crespón negro, en señal de luto, que hoy hubiese representado el sentir de todo un pueblo, en una de las ciudades más bellas de España.

Por su parte, las autoridades españolas, jefatura del Estado incluida, lo han aceptado. Por las mismas razones. Porque no interesa afrontar los desafíos que exige el momento. Ellos están bien así. Sea pues, las víctimas son un buen refugio para camuflar la cobardía.

No han sido las víctimas. Demasiado engolado. Demasiadas declaraciones buenistas y bienintencionadas. Demasiadas explicaciones innecesarias cuando se es honesto y se cree en aquello que se dice.

Claro que son las víctimas… ¿qué otra cosa podría ser hablando de un brutal y encarnizado atentado que deja la sangre helada a toda persona de buena voluntad?

Porque son las víctimas, por eso mismo, algunos creemos que a los familiares y amigos de las víctimas no les habría importado sentirse arropados, como en un fuerte abrazo, por todas las personas y símbolos que nos representan, los que representan a un pueblo entero con una sola voz que grita ¡basta! Os queremos. Estamos con vosotros.

En vez de tan solos, cogidos de las manos… temblorosos, avanzando hacia el punto mismo en el que hace un año perdían la esperanza; sin contacto con los que pueden y tienen la obligación de protegerles y si toca, de darles consuelo… ¿No podríamos habernos ahorrado esta escena de soledad casi impúdica?

Impúdica e inútil, falta de todo sentido y coherencia. Ya que, ¿de ser íntegra la intención última de homenajear a las víctimas, sin más pretensiones, se habrían llevado a cabo homenajes alternativos por parte de partidos pertenecientes al parlamento autonómico, afectos al Gobierno catalán, lo mismo que por parte del nuevo presidente, con el lema de “qué hay de lo mío”?

Ojalá, lejos de ser más o menos protagonistas, algo que por otra parte no han pedido, las víctimas del atentado de Las Ramblas de Barcelona y Cambrils nos hubiesen sentido parte de su dolor. Hubiesen sentido que hacíamos nuestros, sus seres queridos asesinados. Ojalá hubiesen sentido que España entera, Barcelona y Cambrils estaban a la altura de su dolor y, con mucha suerte, de su esperanza.

A la altura de los cuidados y la atención que han necesitado todos los días, desde hace un año, cuando un terrorista yihadista decidió arremeter con una furgoneta blanca contra personas inocentes, para mayor gloria del racismo, el integrismo, de una idea de dios falsa, de un sectarismo asesino, del que da pudor hablar claro, en una kultura, la nuestra, dada a la demagogia barata y a la caricatura.

Un postureo que se practica entre políticos de la administración que guste, demasiadas administraciones, que no tienen ni el coraje ni al parecer la preparación y la honestidad para mirar los desafíos de frente.

Este es nuestro pequeño homenaje a todos aquellos que ya no están entre nosotros. Les pedimos que nos ayuden a afrontar el desafío terrorista allí donde quiera que estén. Y que nos disculpen, si con algunas de las ideas aquí esgrimidas, les hemos ofendido en algo.

Nuestro pequeño homenaje a todos los que continúan heridos, de cuerpo y alma. Y a sus familiares… porque a los que somos padres, hermanos, hijos o compañeros nos consta que quizá su dolor es más grande que el de haber perdido la vida propia.

Un fuerte abrazo.

Falange Auténtica