Alarma, miedo, desconfianza y una inquietud agorera nos han provocado las primeras reacciones ante el anuncio de Rodríguez Zapatero sobre la apertura del diálogo con ETA. Es sintomático ver quiénes han acogido bien el anuncio y quiénes no. Es igualmente sintomático el rechazo generado por dichas declaraciones en otros sectores de la vida política y social española.

Cuando Batasuna valora positivamente este anuncio, es claro que se está posicionando a favor del Gobierno, porque adivina que de éste llegarán concesiones, o que permitirá que algunas decisiones se adopten hurtando del ámbito de la soberanía nacional de España el derecho a decidir sobre su futuro, para ponerlo en manos de un ámbito de decisión, el circunscrito al País Vasco, donde adivinan que sus tesis serán apoyadas, no sólo por sus huestes, sino por las del nacionalismo reaccionario de PNV-EA que, en temas de separatismo, son, con Batasuna, frente común y aliados, tanto monta-monta tanto, en contra de mantener vivo y creciendo el proyecto de vida en común que es España.

Esta ilegalidad, anunciada en términos tan candorosos como los utilizados por nuestro presidente del Gobierno, ha alegrado también -era lógico- al Gobierno vasco, antipático, cerril y siempre ansioso de protagonismo en el drama final del que quisieran que fuera el último acto de la nación española, tal como la conocemos desde hace varios siglos.

No se hará esperar la reacción risueña de ETA, que sin duda no aplaudirá la decisión sino que, consecuente con los éxitos que hasta ahora está obteniendo, dará una nueva vuelta de tuerca a las demandas contenidas en su pliego de condiciones para la paz que, cada vez más, parece que ya tienen casi consensuado con el Gobierno del PSOE.

Al otro lado, para empezar, el Foro de Ermua y la Asociación de Victimas del Terrorismo, que ya sabían, pero ahora ven confirmado, que sus familiares asesinados y las vidas destrozadas de tantos españoles en estos últimos años, son la moneda de cambio con la que paga ETA, su única propiedad y su único patrimonio ante el Gobierno, lo único que prometiendo dejar de hacer, aunque de hecho ni siquiera eso prometen, parece que va a poner al Ejecutivo al borde de convertirse en el último Gobierno de España, porque si de los asesinos etarras dependiera esta ya puede darse por finiquitada.

En contra también las fuerzas políticas no nacionalistas, de las cuales hay que excluir a IU que, paradójicamente, sí actúa como nacionalista y le hace el juego al separatismo egoísta de la derecha y al irracional y animalizado del marxismo anacrónico de la banda armada y sus embajadores de Batasuna. La petición del PP en esta ocasión se ve como cosa lógica cuando dicen, no sin razón, que el apoyo al Gobierno debe condicionarse a que la primera exigencia del Gobierno ha de ser la disolución de ETA y de hecho nosotros añadiríamos que de ETA lo único, lo único que puede esperarse, es que reconozca su derrota, por si hay alguna posibilidad de ser piadosos con los derrotados.

Falange Auténtica ya dijo no a la negociación, ya ha expresado su opinión ante la simple sugerencia de que se produzca la aberración de que objetivos políticos bastardos puedan ser obtenidos gracias a la presión de la violencia o la promesa de dejar de ejercerla, y ahora quiere transmitir al Gobierno de la Nación su preocupación y su más firme petición de que reconduzca su actitud y recuerde que esta jugando nada menos que con el futuro de España y de los españoles, los que les han votado y los que no. No es admisible que el deseo de acabar con la violencia terrorista conduzca a la más mínima concesión política y mucho menos que pueda servir de disculpa a nadie para intentar obtener réditos electorales vendiendo nuestro proyecto de vida futura en compañía de todos los españoles, vascos o no, de aquí o de allá, de está ideología o de aquella. Todos cabemos, no lo olvide Sr. Rodríguez.