Por España en verde y azul

Los árboles son los seres vivos más viejos del planeta, pero en España y en muchos otros lugares del mundo eso no cuenta nada y nos creemos dueños de aquello que llevaba en el mundo mucho más tiempo que nosotros.

 

El árbol más viejo del mundo es un pino longaeva en Nevada (EE.UU.) con 4.844 años. Le sigue una sequoiadendrum giganteum que alcanza los 3.622 años. En España, los árboles de mayor edad suelen ser los pinos, y se encuentran en zonas aisladas y escarpadas, y no suelen ser ni los más altos ni bellos. El más viejo es el Tejo de Rascafría con casi 1.600 años, le sigue el Encino Tres Patas con casi 1.200 años, habiendo un gran número de ejemplares que rozan o sobrepasan los 1.000 años.

En cuanto al árbol más alto del mundo se encuentra en Tasmania (Australia), un eucaliptos regnans de 132 metros, más que las Torres Kio de Madrid. En España, el árbol más alto está en la provincia de Lugo, un eucalipto de 62 metros. Respecto al árbol mas grueso está en Méjico y posee 50 metros de perímetro. En España es un Viñátigo de 16 m. de cepa en la isla de La Gomera, y los de mayor copa son dos quejigos en Cádiz de 37 m. de longitud, que equivale a una superficie de 800 m². El más famoso a este respecto era la Encina de las Mil Ovejas pero quedó muy dañado tras una poda abusiva y no se ha recuperado. Hay árboles cuyas raíces exploran superficies mayores a los 1.000 m², y los quejigos de Cádiz superan con creces el doble de esta increíble cifra.

 

Todos estos árboles y muchos otros, que son especiales por su forma o hechos históricos, como el Laurel de la Reina, famoso por ser quien dio lugar seguro a Isabel La Católica durante la conquista de Granada, han de ser protegidos como monumentos vivos que son. Pero ni la actual Administración socialista del Estado, ni cualquiera de las autonómicas del partido que sean, han tomado en serio su obligación de conservar el patrimonio del pasado, protegerlo en el presente y ser capaces de llevar este patrimonio en las condiciones que se merece hasta el futuro.

La realidad natural es quien debe marcar el ritmo de la ley, y la realidad es un continuo y la naturaleza no nos pertenece. No se tienen en cuenta estas premisas para legislar y por eso se crean injusticias como que en los últimos 10 años han desaparecido el 20% de nuestros árboles singulares y un 80% están en un grave riesgo debido a la falta de cuidados, la tala indiscriminada, los incendios, el desarrollo de proyectos urbanísticos o de construcción, o del turismo agresivo e insostenible. Especialmente hirientes son los casos del Castaño de A Cañota y del Roble El Abuelo de Landa, tristemente desaparecidos.

En la España del siglo XXI, convertida en la España de los reinos de Taifas, más invertebrada que nunca, más parecida a una Comunidad Económica Española que a un país, donde se ignora al Estado y se negocia la solidaridad entre territorios, donde los ciudadanos son despojados de sus derechos y libertades para quedarse con ellos y ellas las comunidades autónomas, que son de todo menos prácticas y rentables para el conjunto de españoles, en esta España cada uno legisla a su gusto, por lo que nos encontramos con 17 conceptos distintos de legislación, figuras distintas y desiguales. En algunas Comunidades la figura de protección no ha existido o ha permanecido vacía o casi hasta el 2006, como en Castilla León, Valencia, Rioja o Galicia. En Castilla La Mancha sólo están protegidos dos árboles y están en condiciones deplorables. En Canarias hay protección en Tenerife, pero no en Gran Canaria. Y en Murcia no hay legislación al respecto. En todos los casos las figuras de protección estan vacías de contenido jurídico y presupuestario, y el seguimiento y cuidado es casi nulo.

En estos tiempos de próximas elecciones y, por tanto, de promesas que serán de nuevo incumplidas -ya que siempre nos prometen lo mismo cada cuatro años-, y con Al Gore en el altar de los Nobel y de los premios Príncipe de Asturias, todos los partidos de izquierdas y de derechas, nacionalistas o no, regionalistas o no, separatistas o no, nos vendrán a vender la moto ecológica que no contamina y evita el cambio climático. En ese momento, debemos asomarnos a la puerta de casa y ver el trato y el respeto que recibe el árbol donde jugábamos de pequeños, o donde descansábamos en los paseos por el campo junto a nuestros abuelos, o el árbol donde dimos o recibimos aquel deseado beso. Ese día veremos que la protección del Medio Ambiente ciertamente esconde una verdad incomoda. Y las izquierdas y las derechas, sometidas a fuerzas que nada tienen que ver con las personas y la justicia, están incapacitadas para llegar a cabo la revolución urgente y ardiente que requiere el momento y que salvaguarde nuestro pasado y futuro.

El autentico falangismo, siempre síntesis superadora de izquierdas y derechas, ofrece la tercera vía que comienza en cada uno de nosotros, organizándonos globalmente y actuando localmente, y en este sentido van algunas recomendaciones de cómo actuar ante un árbol singular:

  • No subir al árbol, el peso de miles de personas que lo visitan lo deteriora.
  • No pisar las raíces.
  • Limitar la cantidad de personas que se acercan para no compactar el suelo que perjudica a sus raíces.
  • No hacer inscripciones, señales o marcas en la corteza del árbol, es parte viva.
  • Respeto a las señales o indicaciones.
  • Cuidar el entorno, evitar ensuciar y contaminar.

No consistamos que estos monumentos vivos desparezcan. No esperemos que nadie venga a salvar nuestro patrimonio, no hay forma de conseguir que la política solucione problemas como éstos cuando nuestra participación esta limitada a introducir una papeleta cada cuatro años. Necesitamos más democracia y debemos estar presentes todos los días en la solución de los problemas que nos rodean, nadie como nosotros para detectar nuestros problemas y solucionarlos. La acción inmediata y directa, la participación, es la solución. El fin de todo, la justicia, la democracia y la libertad, es lo que siempre fue y será.

Falange Auténtica pide mayor legislación, más homogénea, y participación de los ciudadanos. Que la calidad de vida o la propia vida, porque los árboles también son seres vivos, jamás dependan de donde se nazca o se viva, y aún menos cuando se nace y se vive dentro de una misma nación. Porque la verdad, por muy incomoda que sea no deja de serlo, y la verdad siempre prevalece, y cuando la vemos no podemos girar la cabeza, esta ahí, no la podemos reinventar, somos parte de ella, y si la negamos, nos negamos a nosotros mismos y por tanto nuestra propia existencia.