Creemos firmemente en Europa, y por eso nos presentamos a estos comicios. Para los falangistas auténticos, representados en FA, Europa tiene que ser por encima de todo un espacio para las personas. Hoy, como siempre, seguimos pensando que la reorganización del mundo tiene que comenzar por el individuo, y desde esa realidad reconstruir las unidades vitales elementales: los municipios, las comarcas, las regiones, y todas y cada una de las grandes naciones del viejo continente, que cumplirán plenamente su misión cuando sean capaces de ofrecer al mundo un futuro de paz, justicia y profundización en la democracia. Este es el gran reto que afronta el mundo de hoy, y ya el fundador de Falange Española decía que la gran tarea moral que correspondia a España es proponer un nuevo modo de organizar la cosa pública. Ese objetivo, misión genuina de España, sigue siendo hoy válido. No es posible el aislacionismo, el mundo se ha convertido irremediablemente en una gran "aldea global", pero, eso sí, con partes claramente diferenciadas. Es inegable que dentro del mundo occidental hay "talantes" diversos. Europa, a menudo mera comparsa de los Estados Unidos, debe apuntar otra forma de entender lo occidental, más humanista, menos grosera que lo que nos brinda la factoria USA.

Por tanto, reivindicamos para Europa el acento más humanista en Occidente. Pensamos que en la extensión de esel humanismo europeo, España tiene un papel primoridial. Así lo exige nuestra historia y nuestra impronta vital. Pedimos y queremos que nuestro país sea una parte fundamental en la construcción de Europa, con la incorporación a "la voz occidental" de todo lo hispano, que nos trae desde el otro lado del Atlántico un imprescindible aire de juventud y vitalismo. España, además, ha demostrado siempre una especial sensibilidad hacia la miseria del Tercer Mundo. España tiene que ser un puntal en la solidaridad con los que menos tienen, pero también en la construcción de una sociedad internacional donde la distribuición de los recursos sigan criterios de justicia y no de caridad. Es primordial que los paises europeos dediquen al menos el 0,7 por ciento de su PIB en políticas de desarrollo.Todo esto lo tiene que hacer España con pleno conocimiento de la realidad europea, que hoy por hoy es un espacio tan prometedor como complicado. Europa sigue siendo hoy un escenario donde las negociaciones por las parcelas de poder son conversaciones a cara de perro, por mucho que las "fotos oficiales" rezumen simpatia y "buenas intenciones". Nuestro país forma parte de las cinco grandes naciones europeas y no puede ser comparsa de supuestas "locomotoras" europeas.

Pedimos y queremos, en definitiva, la Europa de la participación y la integración. Los rumbos europeos no pueden estar en manos de una burocracia aposentada en Bruselas y Estrasburgo a cargo de un presupuesto descomunal. Hacen falta organismos que encaucen la vitalidad europea expresada en los movimientos sociales y los sindicatos. Queremos una Europa que sepa buscar un horizonte de justicia social que supere al actual modelo económico capitalista y la ideologia consumista que inevitablemente de se desprende de este sistema.

Para conseguir esa Europa justa y solidaria, necesitamos un gran movimiento que encuadre a los sectores más dinámicos de la sociedad, y también a los más desfavorecidos: los parados y los excluidos del gran banquete consumista. Estudiantes, trabajadores, funcionarios y pequeños empresarios son la savia nueva de este nuevo movimiento, que no puede fundamentarse en un nacionalismo absurdo, sino en el profundo respeto a la dignidad de la persona humana. Porque eso es Europa.