Dicen algunos analistas: con el triunfo de G.W. Bush gana la América profunda, la que se mueve y conmueve con la trilogia "Iglesia, Bandera, Familia".

La otra, dicen los sesudos analistas, es la América liberal, escéptica, intelectual y europea. Es decir, John Kerry, el multimillonario aposentado en el barrio más lujoso de Bostón.

Los dos candidatos presidenciales en las últimas elecciones USA estaban muy bien representados por dos personas del mundo cinematográfico: Mell Gibson (republicano) y Michael Moore (demócrata).

Gibson, el cineasta más querido y valorado en los ambientes ultraconservadores. El director de "La Pasión de Cristo", un prodigio de "realismo cristiano", desde luego. Ese mismo realismo que Gibson no utiliza, por ejemplo, para analizar las causas profundas de la miseria en el mundo. No, eso sólo queda para mostrarnos hasta el límite de la morbosidad compulsiva, lo más misterioso, quizá indescriptible, en la historia de la humanidad: la muerte y resurección de Cristo.

Michael Moore, panfletario mayor del Imperio. Apuntado a ese tipo de progresismo que critica y critica sin poner nunca en cuestión las raices del problema, entre ellas ese sistema capitalista que tan suculentos dividendos deja en la cuenta corriente de la pandilla de Moore.

Sinceramente, en una nación tan grande como Estados Unidos tiene que haber algo más. Seguramente habrá millones de personas que quieren otra cosa, que apuestan por los auténticos valores del espíritu, no esos que Bush, y los de su tribu, llaman "valores morales o tradicionales" para encubrir mercancía averiada. Seguramente otros tantos millones de seres humanos USA tampoco se sienten a gusto en esa fría y escéptica "modernidad" patrocinada por Kerry. Pero, ¿quién los representa?.

Entre Gibson y Moore hay una brecha para la esperanza, en Estados Unidos y en el mundo entero.

Litio