Los homosexuales han padecido, durante años, injustas discriminaciones legales e intolerables vejaciones sociales, algo que el conjunto de la sociedad española actual quiere superar, en pro de la igualdad y la integración.

Pero esos agravios no legitiman a nadie para adoptar comportamientos ofensivos e inadmisibles contra quienes piensan de forma diferente. El Fiscal General del Estado aseguraba en su momento que vigilaría estrechamente el desarrollo de la manifestación convocada por el Foro de la Familia, para comprobar que no se produjeran expresiones homófobas. No encontró nada ante lo que actuar y los manifestantes defendieron su postura -que lógicamente podrá o no compartirse- con corrección.

En la marcha del Día del Orgullo Gay (mala denominación ya, porque la condición sexual de cada uno no tiene ningún mérito: no es algo de lo que haya que avergonzarse en absoluto, pero tampoco sentirse orgulloso) se escucharon muchos gritos ("Vamos a quemar la Conferencia Episcopal por machista y patriarcal, "De tanto obispo chulo estamos hasta el culo...) y se vieron no pocas pancartas ("Aquilino, métete un pepino...) clara e innecesariamente ofensivas. ¿Se imagina alguien que en una manifestación se portasen letreros en ese mismo tono, con pareados más que desafortunados... pero contra los homosexuales o los líderes más visibles de sus asociaciones? Todos consideramos que sería, sencillamente, inadmisible. Pues, cuando es al revés, también.

Aunque no debe generalizarse la denuncia, sí cabe pensar que no se trataba de elementos aislados e incontrolados. Algunos de estos carteles iban en lugares bien visibles de la marcha (por ejemplo, justamente detrás de la pancarta de cabecera) sin que nadie de la organización pidiese su retirada.

La condición de homosexual no puede ser nunca excusa para ser objeto de discriminación. Pero tampoco puede convertirse en una patente de corso para incurrir en los mismos comportamientos injuriosos que muchos homosexuales han tenido lamentablemente que sufrir. Se puede y se debe expresar la discrepancia. Pero con respeto. Todos.

Selenio