Cada año lo mismo: todos los medios se afanan en saber quién ganó (¿?) el debate sobre el estado de la nación. Como si fuera un combate de boxeo o algo parecido. Dentro de la completa degradación que sufre la res publica en nuestro país, se toman como normales muchas cosas que no deberían serlo. Y una de ellas, sin duda, es ésta.

 

El parlamento debería servir para que nuestros supuestos representantes debatiesen sobre las distintas propuestas y, finalmente, legislaran en beneficio del bien común. En el caso concreto del debate sobre el estado de la nación, su finalidad, en una democracia parlamentaria, es que el ejecutivo rinda cuentas ante el órgano que representa la soberanía popular.

 

El fin, pues, debe ser el análisis de la gestión previa de gobierno y de los proyectos de éste para el futuro inmediato. El debate debe ser el medio para conseguir ese fin. Pero nos encontramos con que el medio se convierte en fin y, en lugar de analizar el fondo, nos centramos en analizar las formas, no qué se debatió sino cómo se debatió.

Quién ganó el debate para los medios no quiere decir si la gestión gubernamental fue buena o mala, si el papel de control de la oposición se ejerció responsablemente o no, si en definitiva el resultado es positivo o negativo para los ciudadanos. No, eso poco les importa. Quién ganó el debate quiere decir quién estuvo más brillante, quién dijo la frase más efectista, quién manejó mejor la dialéctica... El fondo se pierde de vista por completo.

 

Por eso los titulares los acaparan los porcentajes de quienes creen que Zapatero ganó el debate y de quiénes creen que el vencedor fue Rajoy. Pero en la letra pequeña está escondido el hecho escandaloso, lo que debería ser el verdadero titular de todos los medios, lo que tendría que hacer reflexionar de verdad a los políticos y a los analistas mediáticos: más del 60 % de los españoles considera –en la encuesta del CIS- que se trataron poco o nada los problemas que preocupan a los ciudadanos y casi el 47 % considera que fue un debate interesante pero sin utilidad.

 

Mientras los medios siguen decidiendo quién ganó el debate, parece claro quiénes lo perdimos: los ciudadanos. Una vez más.

Selenio