¿Qué semejanzas y diferencias existen entre el nacional-sindicalismo y el peronismo-justicialismo?.

- Preguntas enviadas por S. R.

El peronismo o justicialismo es un fenómeno de difícil aprehensión para los no argentinos, ya sea por su enorme fragmentación interna o por tratarse de una mentalidad  social y cultural antes que de una doctrina política completa. Ambas circunstancias explicarían que, a pesar de declararse peronistas la práctica totalidad de los gobiernos democráticos de Argentina, no pueda apreciarse una diferencia sustancial entre su economía y modelo político con el resto de los países del entorno.

En lo estrictamente político el Peronismo o Justicialismo tiene su expresión original en las Veinte Verdades Peronistas proclamadas por Juan Domingo Perón en octubre de 1950. FALANGE AUTÉNTICA encuentra en ellas elementos de claro valor “tercerista” o equidistante entre liberalismo y marxismo. Puede decirse, en ese capítulo, que Justicialismo y Nacionalsindicalismo responden a un mismo impulso superador o integrador.

Existen puntos de profunda sintonía entre ambos movimientos. Uno es la reivindicación de la Justicia Social, que quizás suponga la seña de identidad más reconocible del Peronismo. Otra, una visión patriótica donde el bien de la Patria, que se reviste de un carácter humanista, “es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional”. También la valoración del trabajo como una actividad donde el hombre ve acrecentada su dignidad personal. Y, en fin, hay coincidencia absoluta al afirmar que el capital debe estar al servicio de la economía y ésta, a su vez, al servicio del bienestar social. Por tales motivos FALANGE AUTÉNTICA mantiene lazos formales de hermandad con el MOVIMIENTO PERONISTA AUTÉNTICO desde el año 2008.

No obstante, las diferencias doctrinales entre el Nacionalsindicalismo y el Justicialismo son enormes.

El Nacional-sindicalismo es detractor del intervencionismo y del intento de planificación estatal de la economía, que considera contraproducente y detractora de recursos de creación de riqueza. El papel del Estado será muy limitado y restringido a situaciones de emergencia allí donde la propia organización social no alcance. El Justicialismo clásico, por el contrario, es profundamente intervencionista.

El  Nacional-sindicalismo aboga por la desaparición de la dicotomía  entre capital y trabajo convirtiendo a los trabajadores en socios y propietarios de sus empresas y promoviendo la autogestión de las mismas. El Justicialismo mantiene la vieja relación polémica y, según los principios del Nacional-catolicismo, plantea una mediación del Estado en los conflictos inspirada por la moral religiosa.

En este sentido, el Nacional-sindicalismo ha evolucionado hacia la laicidad mientras el Justicialismo pretende la inspiración católica del Estado.

Finalmente, a pesar del llamado de las Veinte Verdades a evitar el caudillismo lo cierto es que esta práctica ha quedado irremediablemente asociada a una doctrina que recurre al apellido de un hombre para designarse. La superación del “joseantonianonismo” y la posibilidad de discrepar de él y del resto de los fundadores en materias esenciales hacen del Nacional-sindicalismo una doctrina inmune al caudillismo.