Por Alonso Goya

La piel de gallina y los pelos como escarpias, ¿verdad? Pues tan sólo tenemos que cambiar la palabra que se refiere a la procedencia de los fallecidos y la noticia será la misma y tan real como el aire que respiramos.

Desde el 15 de julio hasta primeros del mes de septiembre habían fallecido 13 personas, 13 ciudadanos argentinos, 13 seres humanos, 13 aborígenes de la etnia toba, los primeros habitantes de la provincia de Chaco, en el Norte de nuestro país hermano.

 

Por buscar una explicación local y medio lógica a tamaño desastre, podríamos culpar a la paulatina desindustrialización del país, muy especialmente sentida en esta zona, y por el auge del cultivo de la soja que sustituyó a los cultivadores del algodón, pero el problema no se puede justificar así; es mucho más profundo y culpa de lleno a la injusticia y a las desigualdades que se viven en Argentina y en el resto del mundo.

En Chaco, el 48% de la población está por debajo del umbral de la pobreza, un 30% sobrevive con el equivalente a 43 céntimos de euro al día -cuando el kilo de pan cuesta el equivalente a 75 céntimos de euro- y se calcula que en Resistencia, la capital de la provincia de Chaco, más de la mitad de la población no come a diario.

Los niños son unas de las principales víctimas de esta situación y los profesores de Resistencia denuncian que los pendejos se les duermen en clase por la falta de alimento en sus organismos. Los propios niños buscan el refugio de la escuela no por su afán por la escolarización sino porque saben que allí, al menos, recibirán alimento a la hora del desayuno.

A sólo mil kilómetros de Buenos Aires, capital de la nación considerada el granero del mundo se viven escenas similares a las consabidas y espeluznantes de Biafra o Eritrea. Rosa, una mujer de 54 años que pesa 24 kilos o Mabel con 45 años y 26 kilogramos reflejan perfectamente esta situación: la muerte devasta a parte de la población por no tener comida en un país productor de alimentos.

Lamentablemente la situación no parece que vaya a tener fácil solución y la pobreza extrema, la hambruna y las enfermedades unidas al frío seguirán acechando a estos seres humanos.

Mientras el presidente Kirchner mira hacia otro lado –no hay maldad en esta frase-, Ricardo Mayol, ministro de Salud chaqueño asocia todo esto a "una campaña de desprestigio en la que "están apareciendo desnutridos por todas partes, y a los propios hambrientos que "lo son por sus gustos gastronómicos.

¿Será posible semejante desfachatez? Este personaje con bigote y comida en la barriga se ríe de los desposeídos, de las víctimas, de todos los argentinos y de todos los ciudadanos que nos seguimos estremeciendo ante situaciones de injusticia como ésta.

Ahora se acercan las elecciones en nuestra nación hermana y el pueblo tiene una buena oportunidad para mandar a su casa a toda esta clase política corrupta e inhumana pero, como siempre, ya están las grandes formaciones repartiendo comida, pesos, cemento y ladrillos para comprar los votos de los pobres ciudadanos que se comportan como simples marionetas manejadas al capricho de malnacidos como Mayol.

Desde aquí nuestra solidaridad con los pobres de Chaco y con nuestros hermanos argentinos y nuestro mayor desprecio y la más profunda sensación de asco y repugnancia hacia los gobernantes que, en lugar de impedir estas muertes, hacen chiste de ellas.