Por Juan Ramón Trillo

El tema de la laicidad del estado es otro de los que se ha puesto de moda en estos tiempos que corren. Se pueden oír opiniones para todos los gustos, aunque casi siempre con unas grandes dosis de sectarismo inútil y que en poco ayuda a dejar clara la cuestión.

Podríamos empezar por una sencilla consideración, ¿se puede ser cristiano y apoyar un Estado laico?. La respuesta a esta pregunta es que sí, y yo me pongo como ejemplo.

Eso debe ser lo lógico en cualquier Estado moderno de Europa, que es el marco fundamental en el que desarrollamos nuestra vida, y ello no implica ningún tipo de persecución a ninguna confesión religiosa (al margen de que algunos quieran practicar un laicismo beligerante, es decir, mal entendido), que en nuestro caso sería la religión católica.

Sabiendo que nuestra Constitución establece la libertad de cultos, y por lo tanto de actividades y de enseñanza de diferentes confesiones religiosas, lo que hay que hacer es poner las cosas en su sitio correcto, para evitar futuras confusiones, y seguir estos consejos:

1. El Estado no es el encargado de dar ningún tipo de enseñanza religiosa en las escuelas públicas, ya que esto debe corresponder a los responsables de cada confesión religiosa, y por lo tanto incumbe tanto a los colegios religiosos como a las parroquias, dándose en estas últimas como catequesis; eso sin olvidar que si los padres se consideran creyentes, son ellos los primeros que transmitirían a sus hijos esas creencias, ya que realmente la religión no es una asignatura, sino una cuestión de creer o no creer.

2. Tampoco el Estado debe recaudar el dinero para la Iglesia, ni ninguna otra confesión religiosa, vía impuestos del I.R.P.F.( la famosa "X en la casilla), sino que deben ser los creyentes los que apoyen directamente a su Iglesia con aportaciones directas. Esto, por cierto, le daría a la propia Iglesia una mayor libertad de acción, al margen del poder establecido, porque el Cristianismo siempre debió estar al margen del poder, precisamente por su propio mensaje; otra cosa es lo que ha venido ocurriendo a lo largo de la Historia, y por eso hay tanta preocupación por las formas, las apariencias, la fachada, y de valores cristianos de verdad, nada de nada.

3. Eso no significa que el Estado no apoye la que se denomina como "Acción Social de la Iglesia, cosa que también debe hacerse desde las CC.AA., Diputaciones Provinciales, Cabildos o Consejos Insulares y Ayuntamientos, así como a ONGs católicas o de otras confesiones religiosas que tengan una función esencialmente social. De igual forma está la colaboración para el mantenimiento de edificios y construcciones religiosas que forman parte de nuestro patrimonio histórico-artístico.

Dejando claro lo anterior, alguien podría decir, ¿a qué viene en el título del artículo lo de "...pero de verdad?. Por algo muy sencillo. Porque el actual gobierno por un lado habla del Estado laico, y por el otro, al margen de que la religión puntúe o no, sigue apareciendo como asignatura, pero lo realmente lamentable es que además pretenden introducir otras enseñanzas de religión, y ya se empieza con profesores de religión musulmana (¿algún "imán?). ¿Es esa una política laica, o más bien algo incongruente?. Así no es extraño que nos encontremos con cuestiones del "pañuelo y otros fenómenos parecidos.

Como conclusión, y desde mi óptica personal de ciudadano español, hay que aplicar un auténtico laicismo republicano, aquel que respeta a toda confesión religiosa, pero que se muestra independiente de todas ellas.