La política española ha ido degenerando hasta llegar a un grado insoportable de indecencia, de olor irrespirable a intereses bastardos, de superposición de la propaganda a los hechos. Y tanto aquella como los hechos, los comprobamos empapados de irracionalidad y carentes de sentido común.
La ilusión democrática del Pueblo durante la Transición, junto a las acusaciones al Régimen Franquista de"opresor de la clase trabajadora", hicieron alumbrar esperanzas de un Estado Social y democrático al servicio de las Personas. Los destellos de frases en el texto de la Constitución sobre el derecho al Trabajo y a la Vivienda, encandilaron a un pueblo que se volcó en un nuevo proyecto colectivo que se presumía iba a ser de vida en común. Nadie explicó que esas frases estaban vacías de contenido normativo real, puesto que no pertenecían a la parte dispositiva del texto constitucional. Y sólo algunos explicaron, recibiendo insultos por ello, a qué nos conducía el dar carta de naturaleza política a quienes tienen como objetivo destruir el destino común de los españoles.
Hoy, 36 años después, el tiempo nos da una perspectiva y el presente nos aporta una realidad. Un contraste entre el presente y aquel pasado. Así podemos afirmar que se ha ido legislando en sentido inverso a la democracia y a los derechos sociales. Y la educación ha ido degenerando, en una espiral hacia la confusión y la defensa de los intereses mercantilistas que empobrece, en el aspecto humano, técnico y económico, a las PERSONAS.
Aquellas ilusiones se han tornado en HAMBRE, IMPOTENCIA, ABANDONO, AGRESIÓN y DICTADURA: