Por Javier Castro-Villacañas
Publicado en El Español (21 agosto, 2020)
Es muy conocida la anécdota protagonizada por Fernando VII en su regreso a Madrid una vez finalizada la Guerra de Independencia. El entusiasmo popular, perfectamente organizado por los absolutistas, superó cualquier expectativa y al célebre grito de “¡Vivan las caenas!” se le unió el intento de centenares de madrileños (algunos lo consiguieron) de desuncir las acémilas que tiraban del carruaje Real y sustituirlas por sus propios torsos. Estupefacto ante el espectáculo, Fernando VII no pudo más que sonreír y agradecer el vasallaje popular afirmando irónicamente que “no era necesario” que él “prefería quedarse con las mulas”.
El anterior pasaje representa a la perfección una categoría en la historia de España. No sólo por lo que simboliza respecto a la dependencia en la modernidad del pueblo español hacia sus dirigentes, sino fundamentalmente por la consideración que tiene el poder político respecto al comportamiento sumiso de sus gobernados.