Por Mendelevio

No me gusta el futbol. Me aburre. No me ha gustado nunca. No me ha gustado jugar al futbol en la escuela ni verlo en el bar. Tampoco me gusta el modelo de gestión deportiva del país en el que se potencian 40 millones de espectadores por unos pocos deportistas de élite. No me entusiasma el deporte como espectáculo de masas.

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Apuesto más por fomentar el deporte practicado por masas. Me interesan más los polideportivos y las pistas de atletismo de pueblos y barrios, repletos de deportistas amateurs que cuatro medallas olímpicas o cinco copas de Europa. Los avances que se han hecho en los últimos años se van a volatilizar por culpa de los recortes. Los ayuntamientos arruinados están dejando de apoyar las escuelas municipales de deportes, de mantener los polideportivos de apoyar a los clubs... Contratar a un Juanito Mühlegg a golpe de talonario para que gane medallas me parece que es hacerse trampas al solitario. Los éxitos deportivos deben ser el reflejo de una gran masa de deportistas formados en el país, no fruto de contratar extranjeros a golpe de talonario.

Ahora que me odian la mitad de los lectores diré que la antigua selección española (ahora llamada la Roja) me ha emocionado. A pesar de no gustarme el futbol, ver como levanta los ánimos a un país hundido psicológicamente me parece una proeza. Ver como se recupera el orgullo por los símbolos nacionales, me parece un logro. Y ver como los nacionalistas catalanes y vascos se deprimen con sus victorias, me produce un placer que no lo puede resistir.

Puede que el futbol se haya convertido en el opio de pueblo. Pero con la que está cayendo un pequeño analgésico puede hacernos más llevadera la somanta palos que nos estamos llevando. De todas formas pobre España, que sólo la moviliza el futbol.