Alfonso López Quintás, en ABC, 26.12.06:

"CÓMO DOMINAR FÁCILMENTE A UN PUEBLO

 

El deseo de dominar a los pueblos y someterlos a los propios intereses no es exclusivo de los regímenes dictatoriales: es una tentación constante de todo el que ansía acumular poder.

 

Para dominar a un pueblo de forma fácil y contundente sólo se necesita privarlo de su carácter comunitario y convertirlo en mera "masa". El concepto de masa es cualitativo, no cuantitativo. Independientemente del número de miembros que lo forman, un conjunto de seres humanos constituye una masa cuando carece de estructura y se reduce a un montón amorfo de individuos. La estructura es una constelación de elementos que se hallan mutuamente vinculados y forman un conjunto aunado y compacto. Vista así, la estructura es fuente de solidez, dinamismo y flexibilidad. Un pueblo estructurado -merced a su capacidad creadora de vínculos- es difícilmente dominable, porque la unidad es fuente de energía interior. Un pueblo masificado, es decir, desestructurado -por falta de creatividad-, es presa fácil de los depredadores de todo orden: los culturales, los económicos, los políticos...

(...) Para desestructurar y desvertebrar a un pueblo no hay vía más eficaz que difundir la idea de que el hombre desarrolla su personalidad desvinculándose de los valores cuyo cultivo exige voluntar creadora y, por tanto, esfuerzo, y dejándose arrastrar por aquello que fascina y no pide sino la entrega al halago instintivo.

 

(...) Al asomarnos al vacío provado por esta destrucción, sentimos vértigo espiritual, es decir, angustia. El cultivo de las distintas formas de vértigo (...) amengua nuestra capacidad de ensamblarnos en formas sólidas de comunidad. Al estar desunidos, somos fácilmente dominables. ¿Comprendemos ahora por qué se exaltan hoy las distintas formas de vértigo y se las confunde con las experiencias de éxtasis o creatividad? (...) Se nos reduce a meros clientes, meros consumidores de toda clase de productos (...).

 

Los profesionales de las distintas formas de poder suelen gloriarse, a veces, de dominar al pueblo. Pero lo que dominan ya no es "pueblo"; es una "masa", el residuo degenerativo que queda del pueblo cuando se lo ha privado de la estructura debida. Este letal reduccionismo suele practicarse sarcásticamente al tiempo que se nos conceden todo tipo de "libertades" y se nos permite transgredir toda suerte de "normas". Como el vocablo libertad atrae a las gentes de modo fascinante -por ser el término "talismán" primario en este momento-, no pocas personas piensan que, al desligarse de todo tipo de normas, preceptos y cánones de conducta, promueven su libertad y su dignidad perssonal. No advierten que hay dos modos de libertad: la "libertad de maniobra" y la "libertad creativa". La primera consiste en poder realizar en cada momento lo que más nos agrada. Para ello debemos prescindir de toda norma que coarte nuestra capacidad de elección. Al hacerlo, nos permitimos satisfacer sin traba alguna nuestras apetencias, pero éstas pueden llevarnos a realizar el ideal auténtico de nuestra vida -que es el de la creatividad y el encuentro- o bien a alejarnos de él y perder toda autenticidad personal. La "libertad creativa" es la capacidad de elegir en virtud del ideal verdadero. Este ideal plantea las mismas exigencias que el encuentro -generosidad, fidelidad, cordialidad, comunicación sincera...-; nos vincula, por tanto a las normas de conducta que llamamos "valores" (...) y nos orienta por el camino de la creatividad, la plenitud de sentido y la felicidad.

 

Al proclamar la importancia de la "libertad" (bien entendido: la mera "libertad de maniobra") e instarnos a prescindir de toda norma, el manipulador parece promover nuestro desarrollo personal pero, en definitiva, intenta amenguar nuestra "capacidad creativa" en todos los órdenes y convertirnos en una masa gregaria. Con ello nos debilita en el aspecto individual y en el social, merma nuestro poder de discernimiento e iniciativa (...).

 

La manera menos costosa y más eficaz de dominar a los seres humanos es no atacarlos desde fuera, sino instarles a que concedan la primacía a las fuerzas elementales que bullen en su ser, minusvalores la energía que les otorga el ideal del encuentro y olviden que el afán de ganancias inmediatas y fáciles provoca la caida en procesos de vértigo, que al principio nos halagan con la promesa de una vida colmada, no nos exigen nada y, al final, nos lo quitan todo. Al contrario de lo que sucede con los procesos de éxtasis, que al comienzo nos exigen todo -sobre todo, generosidad-, nos prometen una vida lograda y, al final, nos permiten desarrollar plenamente nuestra personalidad y nuestra vida comunitaria."