No es sólo que por aquí se ignore a ese insólito grupo de Puerto Rico partidario de la reunificación con España; también por aquí se desconoce la existencia de aquel otro añejo y decidido movimiento independentista gestado en universidades y en barrios bravíos de la nación boricua. Nos dicen que allá hay zonas en que, aun a costa de sufrir marginación, se resisten a venderse a la vorágine de un desarrollismo turístico de tufos coloniales al gusto gringo. Son sus habitantes los que nutren las raíces hispanas de la perla caribeña a la que arribó Juan Ponce de León en el siglo XVI y los que están dispuestos a hacer entender al mundo que la hispanidad en el siglo XXI será, por paradójico que le pueda sonar a los superficiales, palabra sinónima de anticolonialismo.