Antonio Rivero
Artículo publicado en la Revista Mercurio - Mes de Mayo
Filipo de Macedonia tuvo un hijo que lo eclipsaría. Así sucedió con otro general y gobernante, Miguel Primo de Rivera: su hijo José Antonio fundó la Falange Española (basada en las falanges macedonias) y, amante de los clásicos y de la lira, como Alejandro Magno alcanzó la categoría de mito. Carlos García Gual señala en su introducción al Pseudo Calístenes cómo alrededor de la figura de Alejandro se mezclaron pronto realidad y mito; lo mismo sucedió con el político español, y a él son también aplicables las palabras que Amin Maalouf dedicó al caudillo heleno y de las que se hace eco Gil Pecharromán, el mejor de los recientes biógrafos del creador de la Falange: "El tiempo no es más que un tonel donde fermentan los mitos, el de Alejandro más que cualquier otro, y sobre todo en Mesopotamia. Esa tierra le había sepultado joven y joven le había conservado, como un eterno novio sin arrugas, y el número de sus años, treinta y tres, había permanecido como la edad de la inmortalidad.
José Antonio y su movimiento fueron amantes de lo clásico, pero no dejaron nunca de ser románticos o neorrománticos. Bronco y fino, prosista espléndido, el falangista Rafael García Serrano escribió en 1935 (antes, pues, del fusilamiento del jefe) esta suerte de profecía: "Crearemos una nueva mitología que esta vez será romántica hasta el fin. Y así fue: en torno al "ausente se creó una leyenda, a menudo hagiográfica, y se lo utilizó abundando en el mito a la par que se olvidaba su logos, sus palabras, críticas con la derecha como con la izquierda, con la injusticia, con el nacionalismo ("una pura sandez, aunque fuera español).
Ningún poeta inglés se confesaría hoy discípulo de Shelley, el romántico y revolucionario idealista, ya algo desfasado. Ningún político español se declarará hoy seguidor de José Antonio, idealista como aquél, también romántico y revolucionario a su modo. Shelley acuñó esa frase exagerada con la que José Antonio no podría haber estado más de acuerdo: los poetas son los secretos legisladores del mundo.