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FALANGE AUTÉNTICA
Junta Regional de Extremadura

Ha llovido mucho desde aquél 24 de Abril de 1903. Nada menos que un siglo en el que España ha conocido varios regímenes, gobiernos de distintos colores, intentos de golpes de estado, variopintas corruptelas y hasta una guerra incivil. En ese día de hace 100 primaveras vino al mundo quien treinta y tres años después moriría fruto del odio y la incomprensión; el único español que dio todo lo que tenía, incluso su vida, por reconciliar a las "dos Españas. Un hombre ante el que nadie permanece indiferente, que como pocos ha sufrido la manipulación interesada de esas Españas a las que quería reconciliar. Así mientras unos, olvidándose absolutamente de sus ideas, le subían a los altares y le mitificaban, otros le presentaban como jefe de una camarilla de pistoleros. Un hombre del que Santiago Carrillo ha dicho que "murió con dignidad por sus ideas, que a menudo cenaba con Federico García Lorca y que era considerado por Rosa Chacel como "fenómeno español por los cuatro costados. , mientras que Don Miguel de Unamuno lo presentaba como el "cerebro más privilegiado de la España contemporánea. Para Fernando Sánchez Dragó es "el españolito con más gancho, con más misterio, con más duende y con más ángel del siglo XX. El mismo Sánchez Dragó afirma "que es el español más interesante (y más desaprovechado) de la pasada centuria. A estas alturas el lector sabrá que nos referimos a José Antonio Primo de Rivera. Hoy, en el centenario de su nacimiento, lejos de nostalgias e histerismos de cualquier tipo, sin tibieza y sin rubor afirmamos que el pensamiento de José Antonio sigue siendo actual. La vigencia del ideario nacional-sindicalista es tal que constituye una alternativa seria y serena al actual proceso de globalización.

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Dionisio de Osma

La presente, pretende ser, no sólo un homenaje a nuestro fundador, cuando se cumplen 100 años de su nacimiento, sino también a los muertos, a toda esa tristemente desaparecida generación de la primera hora, que fue devorada por el odio cainita que asoló España durante nuestra incivil contienda, - odio del que también José Antonio fue victima -, y de la que algunos, más de los que se cree, todavía blanquean con sus huesos, montes y taludes, porque aunque últimamente pretendan hacernos creer lo contrario, también hay muchos, muchísimos desaparecidos del bando contrario al republicano, que también merecen, - puesto que la justicia debe alcanzar a todos por igual -, ser arrancados de las anónimas fosas y prados donde reposan, y recibir digna sepultura.

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José Manuel Cansino

Llegamos a este nuevo abril cien abriles después del nacimiento de José Antonio Primo de Rivera y, como era de esperar, la mayor parte de los cuarenta millones de compatriotas ignoran la efeméride.

A pesar del silencio con el que la cultura institucional agasaja al Fundador de Falange Española, algunas pinceladas de azul mahón literario se dejan ver en las estanterías de librerías de comida rápida.

Desde el punto de vista de su accesibilidad por el gran público, la novedad más relevante es la que ha impulsado editorialmente Rafael Borrás (Ediciones B, colección cara y cruz) y que ha conseguido que Stanley G. Payne y Enrique de Aguinaga enjuicien (el primero en contra y el segundo a favor) la figura de José Antonio.

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En estos días de sangre, fuego, amasijos de hierro, niños mutilados, "palacios" y maternidades en escombros, en estos días donde la diplomacia de nuestros "pacifistas" socios franceses y alemanes se apresuran a situarse para el reparto del gran pastel, el otro energúmeno lleva a cabo una de las mayores purgas "conocidas" en nuestra hermana Cuba.

Mientras el capitalismo nos enseña su más duro y auténtico rostro, uno de los últimos bastiones socialistas del planeta arremete contra 79 periodistas, escritores y dirigentes de los movimientos pro libertades civiles. Juicios sumarísimos, donde se pide hasta la cadena perpetua y donde se pisotean los derechos más elementales de los encausados. Donde diplomáticos acreditados, incluidos los españoles, son ridiculizados por el sistema cubano, prohibiéndoles incluso acceder a los mismos.

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Miguel Ángel Loma

Hace algunos años estas fechas de Cuaresma significaban un tiempo de reflexión, tiempo para detenerse, hacer un alto en el camino, echar la vista atrás, analizar lo andado, arrepentirse de los errores cometidos, y consecuentemente, para rectificar y corregir, coger fuerzas y afrontar el futuro. Hoy muchas cosas han cambiado y no todas para mejor, ni mucho menos, por más que nos machaquen con el sosegador eslogan de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, una época felicísima, si no fuera por la guerra, claro, una cantinela que nos recuerda a esas canciones catetas del viva mi tierra, viva mi gente, vivan nuestras mujeres, que son las más guapas, vivan nuestros hombres, que son los más valientes, viva el santo de mi pueblo que es el más milagroso, viva yo, y viva la madre que me parió. Hoy en la sociedad española se han perdido muchas cosas y entre ellas, el significado religioso de la Cuaresma, que a los ojos puramente sociales y mercantiles no tiene más significado que una semanita de vacaciones que coincide con algunas procesiones por las calles. Esta pérdida del sentido religioso es fruto de varias causas, y una fundamental es la que nace del ataque de la progresía de izquierdas y derechas a los valores cristianos, que encuentra uno de sus objetivos prioritarios en la desaparición del sentimiento de culpa moral, que a ojos de "los nuevos moralistas" vendría a ser como una especie de lacra anímica, fruto del sedimento de la cultura judeocristiana que tras siglos de opresión y lavado de cerebro nos hizo creer que la vida era un valle de lágrimas, cuando en realidad se trata de un Parque Temático de experiencias superguays; siempre, eso sí, que no hayas tenido la mala suerte de haber nacido en Iraq o encontrarte trabajando la mañana del 11-S en las Torres Gemelas, o ser Guardia Civil en Vascongadas, o demasiados otros etcéteras.

La pérdida del sentido de culpa y de pecado ha generado la huida de la responsabilidad personal, que se diluye en una genérica y anónima responsabilidad social: la culpa es de la sociedad, de las estructuras, del barrio donde vivo, de la vecina del quinto, de mi padre o de mi hjo... Circunstancias todas ellas ajenas a nuestra voluntad, y que determinan casi de forma inevitable nuestras conductas. Un engaño con el que justificamos y tranquilizamos nuestras conciencias, siempre inocentes de toda culpa.

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