por Juan F. González Tejada

Existe en España una especie de fanatismo ideológico, en muchos de esos políticos profesionales que chupan pantalla, que con tal de  que gane su partido no les importa el destino colectivo de los españoles. Algunos de esos fanáticos afirman cada dos por tres: ¡¡¡ veis como España no se ha roto!!! Estos tipos piensan que quienes les escuchamos somos imbéciles, cualquiera sabe que la ruptura de una Nación no es un proceso tan simple como la quiebra de un cristal.

Durante los últimos 30 años ha habido una política persistente de satisfacción de los deseos separatistas, que con arreglo a la máxima democrática de UN HOMBRE, UN VOTO, estas minorías nacionalistas serian insignificante en la toma de decisiones políticas en las Cortes Generales, que es donde se debate el destino colectivo de la sociedad española. El camino que UCD, PP y PSOE les han ayudado a andar supone un espaldarazo político a la formación de unas naciones que hasta ahora jamás habían tenido carta de naturaleza histórica ni jurídica, salvo durante los convulsos tiempos de la Segunda república española.

Montilla, Carod y Mas

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Por Eduardo López Pascual

Hasta hace dos minutos, ser projudío, O defender la causa semita ante todo y contra todos, era un valor progresista, bandera de ta izquierda radical y no tan radical que se preciara, hasta el punto de que quien osara un discurso en contra del pueblo de Israel, más o menos razonado, aparecía condenado a la más alta calificación fascista. Quienes se atrevieran a criticar cualquier aspecto de la historia hebrea, automáticamente caía en la degradación social y política más extrema y sus defensores condenados a la marginación Y persecución, según fuera conveniente. En esta postura de alineaban los grupos “progres” de la sociedad universal de toda la vida, y por supuesto la de los españoles, ( Zapatero y su pañuelo palestino) eso, sí, siempre que ellos tuvieran  las llaves del manejo. En definitiva ser pro- judío era estar en el lado bueno, porque era una actitud de izquierdas.


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por Eduardo López Pascual

Eduardo López Pascual, mayor de edad, vecino de esta ciudad, casado y ya retirado de mi trabajo como profesor, después de toda una vida entre vosotros, confieso. Confieso que soy falangista casi desde los diecisiete años, luego de haber vivido diez años dentro del Frente de Juventudes y de las Falanges Juveniles; confieso que fue allí donde me inicié en cosas tan peligrosas como amar a España. A saber convivir con todos los muchachos de mi pueblo, a caminar junto a ellos, a comer de la sartén los arroces del domingo en las marchas de las centurias, a dormir ocupando la misma tienda de campaña, a rezar un padrenuestro conjunto, a cantar letras que hablaban de camaradería, de servicio, de hombres del mañana. Confieso que ha sido en esas centurias de jóvenes, repletas de adolescentes de todas las clases sociales, más de las humildes como yo, donde escuché las primeras palabras escritas por un español excepcional, José Antonio, que hablaba de justicia social, de esperanza por una patria grande y libre. Y confieso, como no, que allí me enseñaron cosas tan extrañas como respeto, obediencia, esfuerzo, convivencia y perdón. A superar diferencias cuando otros compañeros procedían de situaciones distintas, como los camaradas saharauis musulmanes, o los hijos de hombres que lucharon en bandos muy contrarios en una guerra incivil. Confieso que oí hablar de la Falange, y que eso abrió un sentido de compromiso por mi país; y desde ese sentimiento llegué a querer servir a España y a los españoles.


 

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por Juan Francisco González Tejada

En los últimos meses los FUNCIONARIOS han pasado a ser, sin buscarlo, y lo que es peor, sin quererlo, al centro de atención de la política, y de los especialista en asuntos económicos y financieros.

Al comenzar a hablar de funcionarios o de la función publica tenemos que analizarlo desde  la concepción empresarial según la cual la administración a través de los funcionarios vende o presta un servicio que los ciudadanos pagan vía impuestos de forma solidaria, de tal manera que recibiendo todos el mismo servicio, cada uno contribuye en función de sus rentas, de su capacidad de compras etc, veía impuesto directos e indirectos.

La crisis ha provocado una reducción grave para el pago de esos servicios, al no poderse recaudar el mismo nivel de ingresos que lo que supone el gasto de la administración publica, que en los últimos años estableció nuevos gastos fijos y estructurales cuando los ingresos vía especulación inmobiliaria era predecible que serian temporales, por mucho que durara la bonanza. Ahora esos políticos, esos partidos que en todos los niveles de la Administración del Estado ( Gobierno Central, Autonómicos, Locales, y Diputaciones) hicieron crecer el gasto de forma irresponsable creando nuestras infraestructuras administrativas, duplicidades etc, creando unos puestos de trabajo en la administración por encima de lo razonable, bien mediante personal funcionario, personal laboral o subcontratación de servicios, en lugar de hacer un análisis riguroso del gasto publico, al que no pueden acceder por haber transferido a las autonomías la gestión de competencias que la propia Constitución reserva para el Gobierno Central. Pues bien en lugar de eso,  sin ningún tipo de escrúpulos, y para contentar a los mercados del capitalismo financiero, han seguido la vía mas fácil y mas injusta, plantear una reducción de salarios para los funcionarios, cuando saben que de seguir por el camino que vamos, tendrán que acometer la necesaria reforma de la administración del Estado.

Nosotros nos negamos a meter en un saco a todos, bajo el termino de FUNCIONARIOS. Para nosotros el esfuerzo, la capacidad y el merito siguen siendo valores a defender, conjugados con las funciones que estos funcionarios prestan a la sociedad en la escala de prioridades de derechos sociales que hacen mas iguales y mas dignas a las personas, a los ciudadanos.


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Elvira Lindo en Elpais.com

La democracia es ese raro sistema que permite a los individuos expresar opiniones en contra del sistema y a favor de otros sistemas que no les permitirían el menor asomo de disidencia. La democracia es también ese sistema en el que podemos compatibilizar la denuncia de cualquier pequeño atropello a nuestras libertades con la defensa de dictaduras liberticidas. La democracia es ese sistema que me sirve en bandeja opiniones antidemocráticas que serían tachadas de traición a la patria si no fuera porque la democracia nos permite la veleidad de no ser patriotas, de no creer en nada. Ni en la democracia. No me considero una fundamentalista democrática; digamos que considero éste el más humano de los sistemas posibles. Ya es algo.

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