Han asesinado a otro diputado falangista en Líbano. Esta vez se trata de Antoine Ghanem, un abogado y profesor universitario de 64 años y padre de cuatro hijos, que fue víctima de una bomba que le segó la vida, junta a cuatro personas más y al menos setenta heridos, en un barrio cristiano de Beirut. Con él suman ya ocho políticos del bloque soberanista libanés que han sido asesinados desde 2005.
El atentado se enmarca en el intento de Siria e Irán por evitar que el Parlamento libanés elija esta semana al nuevo Presidente de la República que, con toda seguridad, sería alguien comprometido con el sentir mayoritario del pueblo libanés de defender su soberanía nacional y no un pelele en manos sirias como quien hasta ahora ocupa el cargo. Como quiera que en Líbano los escaños son elegidos en circunscripciones unipersonales y éstos pertenecen a la persona electa y no al partido que lo presenta, cuando un diputado cesa anticipadamente o muere, su plaza ha de ser cubierta con una nueva elección parcial por lo que quede de legislatura. Si a eso añadimos que quien elige al Presidente de la República es el Parlamento, será fácil comprender la despiadada espiral de violencia que aqueja a ese entrañable país del otro lado del Mediterráneo, fustigada por quienes no respetan, ni dentro ni fuera de sus fronteras, las más elementales normas de convivencia y quieren un Líbano vasallo de sus intereses.