Tambores judiciales anuncian que Emilio Botín puede terminar delante de un juez dando explicaciones sobre determinadas operaciones bancarias que pudieran haber constituido un fraude a la administración tributaria. Nada extraño, la banca comercial está para eso. Si no viviéramos en un mundo de publicidad engañosa y los bancos pudieran anunciar abiertamente sus productos, sus catálogos de productos financieros estarían llenos de fondos opacos, depósitos en paraísos fiscales y cuentas "lavadora de billetes negros.

El problema no está en que en esta ocasión en particular haya un número determinado de expedientes que se le han ido de las manos al Consejo de Administración del SCH (Santander Central Hispano), sino en los mimbres mismos que tejen el negocio por excelencia, el negocio de negocios: el negocio bancario. Un negocio muy alejado de la función social que le corresponde, una función que, curiosamente, nadie reclama hoy desde el mundo de la política.

Casi en paralelo al anuncio de la juez Palacios de la imputación definitiva del presidente del SCH, Emilio Botín, en 38 delitos fiscales, él mismo salía, muy ufano, en la televisión anunciando un incremento de beneficios de su grupo bancario, de algo así como un doce por ciento, con respecto al pasado ejercicio. Por lo visto sus beneficios podrían superar este año los 2.500 millones de euros y todo eso a pesar de que a principios de año se anunciaba un año nefasto para el negocio bancario.

Según Caritas, en España hay 2.192.000 familias en las que viven 8.509.000 personas por debajo del umbral de la pobreza. Sin entrar en mayores valoraciones sobre la manera de contabilizar esta cifra, ni sobre la propia definición de pobreza, nos llama la atención la constatación de que las diferencias sociales siguen siendo abismales. Por cada familia pobre en España, el SCH obtiene algo más de un millón de euros, 166.386.000 pesetas. Y no, no decimos que la obtención de beneficios de un banco suponga automáticamente la aparición de una familia pobre o que sea el banco el único culpable de ello. Pero pensemos, ¿no sería posible crear con parte de esos beneficios algún mecanismo que pudiera ayudar a todas esas familias a salir de la precariedad en la que se encuentran? Nos negamos a creer que eso no sea posible sin necesidad siquiera de recurrir a la caridad.

Y desde Falange Auténtica nos preguntamos qué ocurre y recordamos, otra vez, que los beneficios que obtiene la banca se producen por la gestión de los depósitos de todos nosotros. Que el negocio bancario consiste en aprovecharse del esfuerzo de los demás para rentabilizar el esfuerzo ahorrador de todas las personas y para hacer suyo el margen que producen los movimientos de fondos de los demás. Todo a cambio de un servicio caro, malo, de unos intereses cómicos, de un mercado donde sólo las ansias de hundir al competidor llevan a mejorar condiciones para los usuarios. Nula inversión en economía social, nulo compromiso con las necesidades de la nación, créditos a favor de quienes dos días después podrían desde el gobierno favorecer los intereses del banco. Trabajadores a tope, saturados de trabajo y retribuidos de cualquier manera menos en función de los beneficios obtenidos por el banco. Todo un ejemplo a no seguir.

Nosotros no creemos que este sea el mejor sistema bancario, creemos que el servicio de crédito es eso, un servicio y que, de lo que entre todos seamos capaces de ahorrar, hemos de beneficiarnos todos y que con esos fondos se ha de tener muy claro qué hacer, para cumplir con funciones sociales como pueden ser la creación de empleo estable a través de iniciativas de economía social, del apoyo valiente a las iniciativas microempresariales que suponen hoy por hoy una parte fundamental del tejido empresarial en España y que se ven casi siempre ahogadas por los créditos bancarios en lugar de ser apoyados para que sigan cumpliendo su función social de producción, oferta de servicios y creación de empleo digno y estable. Para crear nuevas figuras empresariales donde los trabajadores formen parte de sus empresas con deberes y derechos propios de la misma posesión de sus medios de trabajo, a los que habitualmente no tienen acceso por carecer del capital necesario para hacerlos suyos.

Destinar fondos bancarios a la desaparición de bolsas de marginación y pobreza a la creación de una nueva estructura social y económica más justa, puede sonar muy ingenuo, tal vez lo sea, pero es algo irrenunciable para los que nos decimos falangistas auténticos y desde nuestro punto de vista es siempre mejor la inversión y la creación de medios de vida para las personas que las caridades paliativas, pan para hoy y hambre para mañana, que sólo sirven para limpiar algunas conciencias cuando la vergüenza ya empieza a heder.