Escuchando a nuestros gobernantes pudiera parecer que con el acuerdo sobre el Estatuto de Cataluña han sido conjurados los peligros de la insolidaridad y de la catalogación de españoles en ricos y pobres por su procedencia geográfica.

El acuerdo anunciado a bombo y platillo entre el Gobierno del PSOE y CiU supone un torpedo en la línea de flotación de la nave, ya de por si debilitada que es España. Al menos de la España que nosotros queremos: la España de la convergencia entre regiones, la España de la igualdad de oportunidades, la España de la justicia, la España que garantiza iguales derechos y deberes a cada ciudadano español y a quienes conviven con nosotros en nuestro territorio.

A la vista está, que el objetivo último de los nacionalistas estaba entre los libros contables que arrojan los datos de la recaudación de impuestos y su consiguiente reparto.

Si peligroso es que un gobierno autónomo gestione el 50 % de la recaudación de la mayor partida de impuestos que se recaudan en nuestro país, dicho peligro se incrementa si el gobierno en cuestión tiene el tinte nacionalista que posee el gobierno catalán. Por ponerlo en términos sencillos, resulta que de los impuestos que se recauden en Cataluña, la mitad serán directamente utilizados solo para beneficio de Cataluña. Como además resulta que las circunstancias económicas de Cataluña son mejores que las de otras regiones españolas, el dinero que tal vez antes se utilizara para mejorar progresivamente la situación de las regiones más pobres de España o para mejorar las infraestructuras estatales o los servicios prestados directamente por la administración central a TODOS los españoles, ahora se utilizara para exclusivo beneficio de los habitantes de Cataluña. Por añadidura, el gobierno central reconocerá una deuda histórica con Cataluña, por el menor nivel de inversión que se ha realizado en Cataluña en proporción al Producto Interior Bruto (PIB) de esta región. Es decir el gobierno reconoce que ha hecho mal en invertir recursos es quines más los necesitaban. Tendemos en lo fiscal al modelo de capitalización, en contra del actual modelo de solidaridad. Malo para los desfavorecidos.

Amamos con toda nuestra alma a Cataluña, pero en nuestra alma, en nuestros corazones y en nuestras cabezas, cabe también el mismo amor por el resto de los pueblos y regiones de España. Por eso sabemos que Cataluña es motor de España en muchos aspectos y como tal, mostramos nuestra admiración y nuestro respeto, pero no por ello queremos que se justifique y se de rango de Ley al intento egoísta de algunos políticos catalanes de desentenderse del resto de los españoles por el simple hecho de poseer un PIB más alto.

El alma pequeño de los nacionalistas, su corazón incapaz de amar lo que no pueden tocar, y su cabeza, preocupada exclusivamente por los problemas de su entorno más cercano, han ganado a un gobierno que tiene entre sus prioridades la permanencia en el puesto, por encima de lo que debiera ser su objetivo: el garantizar que no existan diferencias relevantes entre las oportunidades, los derechos y los servicios de que son titular unos y otros españoles.

Había y hay otras cuestiones por las que oponerse a este estatuto, cuestiones que no nos dejan fríos, pero esta de la financiación puede ser que se encontrara entre las reivindicaciones más irrenunciables del nacionalismo catalán y en ese capítulo y gracias al débil gobierno de España, los precedentes que se sientan, supondrán en un corto plazo la consolidación de una España de dos velocidades, y en definitiva la consolidación de una tendencia de años por la sustitución del proyecto nacional español por una serie de proyectos nacionalistas independientes de los demás.