A pesar de los augurios de la mayoría de los políticos europeos, ha triunfado en Francia y en Holanda -por ahora- el "no" en el referéndum de la Constitución europea y la Tierra sigue girando. Me asomo por la ventana y no veo llegar a los cuatro jinetes del Apocalipsis. Parece que no ha sido tan horrible este sano ejercicio democrático: que los pueblos francés y holandés hayan expresado su voluntad en contra de lo que proponían los discursos catastrofistas de sus gobernantes.

¿Y ahora qué? Lo sensato sería que los jerarcas europeos hicieran autocrítica y se dieran cuenta de que no pueden seguir intentando construir una Europa sin derechos sociales, sin participación democrática y de espaldas a los ciudadanos. Pero si no se dieron por enterados con todas las anteriores llamadas de atención de los ciudadanos europeos, ¿por qué iban a hacerlo ahora?

Algo sacarán de su manga para conseguir burlar la voluntad popular y protagonizar la enésima huida hacia delante. La fórmula sugerida por Giscard es aplicar la misma receta que al "no" danés a Maastricht: volver a votar más adelante. Es decir, si en el referéndum sale lo que ellos quieren -aunque sea con una participación tan baja como la de España-, eso es inamovible, ahora y para las generaciones venideras. Pero si lo que expresa el pueblo no les gusta, se repite la votación cuantas veces haga falta, hasta que la sobredosis de mensajes alarmistas o el puro hastío acaben por llevar al resultado apetecido. Curiosa forma de entender la democracia.

Europio


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