Miguel Ángel Loma

Pocas horas antes de que los asesinos marxistas etarras agitaran el árbol de las nueces ofreciendo dos nuevos motivos para que sus colegas "universitarios", que tanto padecen en las cárceles del oprobioso Estado español, alzasen sus copas de champán en felices celebraciones, tenía lugar en Mallorca, lugar concurrido por grandes personalidades, un encuentro de Juventudes de diferentes partidos nacionalistas. Allí fueron y allí se reunieron (imagino que como siempre, a costa de nuestros bolsillos) representantes de las Juventudes de Convergencia Democrática de Cataluña, de Ezquerra Republicana de Cataluña, de Unión Democrática de Cataluña, del Partido Nacionalista Vasco, de Eusko Alkartasuna, de la Chunta Aragonesista, de la Unión del Pueblo Leonés, del Bloque Nacionalista Valenciano, de la Unión Mallorquina y del Partido Socialista de Mallorca. En fin, los más intrépidos cachorros del excluyente nacionalismo burgués antiespañol. El juvenil encuentro finalizó con una declaración suscrita también por algunos partidos ausentes que, como el Bloque Nacionalista Gallego y el Partido Andalucista, se adhirieron a la declaración sin tener que moverse de casa.

En esta denominada Declaración de Mallorca, y quizá por solidaridad con el dulce gastronómico típico de la tierra que les acogía, se habla de exigir al Estado español, francés y portugués el respeto al ejercicio del derecho de autodeterminación de cada pueblo o nación; de crisis del Estado de las autonomías por las agresiones contra el autogobierno y la invasión por parte del Gobierno central de competencias propias de las comunidades autónomas; de modelo agotado y de revisión profunda del Estado para continuar avanzando y llegar a un nuevo marco jurídico político; de la preocupación por el resurgimiento del nacionalismo dominador español; de que la descentarlización administrativa sólo significa la culminación de una primera etapa del proceso autonómico; etc., etc., etc. Un discurso conocido y cuyo amargo fruto ya conocemos sobradamente, tanto en su versión democrática como en la de sus infanticidas hijos putativos.

Dado que los integrantes de las organizaciones juveniles son los llamados a suceder y gobernar el partido al que pertenecen, convendría que algunos de estos partidos aclarasen si se identifican con la declaración suscrita por sus Juventudes, o si es que a éstos se les ha ido la olla debido a las calores estivales o por un excesivo consumo de ensaimadas borrachas. Porque si hay partidos que no ocultan en absoluto los postulados anteriores, sin embargo hay otros, incluso con responsabilidades de gobierno, cuyo discurso oficial en nada se parece a lo suscrito por sus Juventudes; como es el caso del Partido Andalucista, que gobierna la comunidad autónoma andaluza en coalición con el PSOE, y que centra la propaganda electoral de sus candidatos a las próximas Municipales, bajo el inocuo y elástico lema "La ciudad que tú quieres". Pero conociendo el sentir común de la mayoría de los andaluces, que felizmente se sienten tan andaluces como españoles, no creo que la ciudad, ni la Andalucía, ni la España que muchos queremos, coincida exactamente con la que persiguen los firmantes de la Declaración de Mallorca.

Según los doctos intérpretes del Estado de las autonomías aquí cualquier cosa es defendible, incluso el suicidio de la nación española, pero siempre que se haga por la vía pacífica y democrática; por lo tanto, quienes estén de acuerdo con toda la caterva de rancias proclamas nacionalistas antiespañolas estarían en su perfecto derecho de apoyarlas y votarlas. Bien, pero entonces exijamos que los partidos nacionalistas sean sinceros en la totalidad de sus aspiraciones y no oculten el fin último que persiguen. Más que nada, para que luego no se lamenten los ingenuos votantes que identifican a nacionalistas con románticos defensores de su tierra, y sepan que gracias al calor de sus votos, en el patio trasero de sus casas les fueron creciendo Arzallusitos, Ibarrechines, Oteguitos y todo tipo de ofidios que suelen compartir el mismo nido, y que acaban convirtiendo el lugar donde se instalan en un selecto paraíso de libertad, justicia y tolerancia.


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