ALFREDO LIÑÁN CORROCHANO en hoy.es
Soy de la generación mostrenca que ni ganó ni perdió la guerra, pero la padeció desde la más tierna infancia. Su sombra pringosa nos ha acompañado toda la vida, desde que -no recuerdo si antes o después del 'parte'- y tras las notas del Himno Nacional, el Oriamendi y el Cara al Sol, escuchábamos aquello de «gloriosos caídos por Dios y por España, presentes. Viva Franco. Arriba España» un día tras otro; hasta que, ya echando bozo en el bigote, comenzamos a preguntarnos si sólo había caídos en un bando.
Pasaron los años, vivimos esperanzados la transición e iniciamos con más inocencia e ilusión que conocimiento nuestra historia en democracia; hasta que una vez más la realidad nos golpeó implacable y volvimos a encontrarnos con la España cerril que ingenuamente habíamos creído superada, la que sólo reconoce a sus muertos, a los de su lado, negando a los otros. Pasamos del 'gloriosos caídos' a la 'memoria histórica' y era la misma España, rencorosa, irreconciliable, hemipléjica -aunque moleste- la España que nunca debió ser, la que no es posible aceptar, ni reconocer, ni disculpar, ni comprender, ni respetar. Otra vez las dos Españas.