Eduardo López Pascual en El Mirador, 28.6.08
Ya sé que resulta un poco extraño, para algunos, estar al lado de los inmigrantes, incluso desde las tribunas tradicionalmente cercanas al drama de esas personas que por pura supervivencia, social cultural o económica no tienen más salida que el cayuco, la travesía incierta o la avalancha fronteriza, que no son al fin y al cabo sino expresión de unas situaciones desesperadas. Ahora, como un paso más de esta deleznable política de restricciones, la Comunidad Europea, a la que por cierto ha apoyado este gobierno del para nosotros hipócrita señor Zapatero, el parlamento supranacional de Bruselas aprueba unas normas que, con la excusa de una inmigración ajustada a derecho, alimentan una reclusión, internamiento y expulsión difícilmente asumida por quienes como nosotros mismos, fuimos en otro tiempo protagonistas de una égira larga e importante. Sépase pues, desde el principio, que no coincidimos con la filosofía de esas órdenes europeas, que aun siendo rechazadas por el común de sus ciudadanos, vienen avaladas por una votación mayoritaria en la que diputados populares y socialistas- en una inverosímil pirueta política- daban el sí al trato poco generoso que han dado al problema de la inmigración.