Por Ferrer Molina
en El Español

Un día, unos padres que se habían jugado el tipo para que sus hijos pudieran estudiar algunas horas en español, además de en catalán, decidieron abandonar Sabadell. Ganaron ese derecho en los tribunales después de años de litigio y un gran desgaste personal. El Constitucional también les dio la razón. Las sentencias no se cumplieron nunca. Las autoridades españolas consintieron

Un día, una madre denunció que los manuales de Ciencias Sociales del colegio de su hija en Reus tergiversaban la historia, adoctrinando a los niños en el nacionalismo e incubándoles aversión hacia el resto de España. No se sabe qué ocurrió -siquiera si los hubo- con los informes de los inspectores del Ministerio de Educación. Las autoridades españolas consintieron.

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Por Fernando Valbuena

(En el LXXX aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera)

En el piélago del desaliento quedan las Completas. Fuera de cacho, que dicen los taurinos, sin presente, casi a la deriva; y, en ellas, en su camarote de capitán intrépido, como un héroe de Kipling, José Antonio, guía y luz. Vivimos encerrados en nuestra guarida. De uno en uno. Envueltos en huracanes. Crucificados a la urgencia de vivir. Ajenos. Ausentes. Proscritos. Y aun así, algunos, aún creemos, y lo hacemos porque, entre cientos de nada, nos quedan las Completas.

Aquellos anaqueles míos, entre libros que ya no leeré... Vidas encuadernadas. Y José Antonio sobre las olas, en zozobra tensa. Solo treinta y tres años, apenas tres años de doctrina política. Casi un niño. Un niño, sin duda. De él se ha escrito sin cuento. Se le ha fusilado a conveniencia en la eterna balacera de España. Rosas de plomo tampoco le han faltado, esas que matan cuando besan. Y las más de las veces se ha escrito de oídas, sin leerle. Decía Borges enorgullecerse de lo que había leído, no de lo que había escrito. A José Antonio hay que leerle; en frío, en la distancia que da el tiempo -ochenta años ya-, a cubierto de los huracanes nuestros de cada día. Todo el que escribe ha escrito sobre José Antonio. Opiniones más o menos certeras, más o menos ingeniosas.  Mil y una. Mil veces José Antonio, titulaba Enrique de Aguinaga. De todas las citas que sobre él se repiten, ninguna me ha impresionado con más intensidad y más porfía que aquella de Rosa Chacel en su exilio americano: “Ayer, al pasar por los puestos de libros del Cabildo, vi unos cuantos libros españoles, de la España actual… ¡Lagarto, lagarto!… Sin embargo, me compré nada menos que las Obras Completas de José Antonio. Hacía mucho tiempo que quería leerlas y… llegué a casa y me leí de un golpe trescientas páginas. Es increíble. Dos cosas son increíbles; una que todo eso haya podido pasarme inadvertido a mí, en España, y otra que España y el mundo hayan logrado ocultarlo tan bien."

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Columna semanal "A la intemperie"
de Fernando Valbuena Arbaiza, en el diario regional HOY,
viernes 22 de noviembre de 2013.

Aún no ha anochecido y ya están encendidas las luces de los clubes de carretera. Metáfora perfecta de la España incierta de hoy. Badajoz, Navalcarnero, el desvío a Brunete,... Con los años veo peor. En San Lorenzo del Escorial hay un monasterio y un Supercor. En el Supercor venden flores. Cuatro docenas de rosas en ramillete. Compro una. La cajera me mira. O creo que me mira. Hace muchos años que no compro otras rosas rojas que éstas de noviembre.

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Fernando Sánchez Dragó
Columna "EL LOBO FEROZ" - El Mundo (3/11/2014)

Carlos VélezEsta columna salpicada de negritas interesará a muy pocos. Con ella pago una deuda. La contraje con un hombre que acaba de morir. Lo he sabido por un obituario de Ángel Vivas. La foto que lo ilustra no es, por cierto, la del difunto, sino la de Antonio Castro. A mediados de los cincuenta conocí en Casa Manolo a un poeta. Era Carlos Vélez, hijo de un falangista ilustre y falangista él mismo, aunque a su modo: el de la alta literatura y el respeto a quienes no pensaban como él.

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Por Guillermo Rocafort*

Usurpando Gibraltar, Inglaterra no sólo rompió la cohesión del comercio del Imperio Español sino que marcó el comienzo de la legalización de la piratería económica, que en el siglo XX se ha transformado en sus paraísos fiscales. Desde que se abrió la verja, el problema de Gibraltar no ha dejado de agravarse para España. La cuestión militar de la ocupación, ya no es lo esencial; ahora prima la cuestión económica, el Paraíso Fiscal de Gibraltar, que cumple a la perfección las tres condiciones para ser considerado como tal: impuestos cero o nominales, falta de transparencia y protección de información financiera personal.

 

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