Tal vez sea el momento de recordar quiénes somos. Falange Auténtica, cuando mira al pasado y busca las fuentes donde inspirarse, fija su vista, de manera innegable, en la experiencia vital y política de José Antonio Primo de Rivera.
Un político que negó su entrada en Falange Española a José Calvo Sotelo, que se había convertido, en los tiempos de la Segunda República española, en baluarte y promesa de la derecha autoritaria con tintes corporativistas, y, sin embargo, coqueteó en más de una ocasión con la posibilidad de que el movimiento revolucionario que proponía para España fuera liderado por Manuel Azaña, paradigma incuestionado del republicanismo izquierdista no marxista, cuyas cualidades y posibilidades recalcó en más de una ocasión. Un político, José Antonio, que en alguna ocasión creyó viable que la dirección de su Falange recayera en Indalecio Prieto, representante oficioso del socialismo menos bolchevizado dentro del PSOE.
Fue José Antonio quien, tras poner a disposición del gobierno derechista de 1934 todos los medios que pudiera ofrecer Falange Española para atajar el movimiento revolucionario contra el gobierno de la República que adquirió especial importancia en Asturias y Cataluña, salió a los medios para justificar el origen de la sublevación en las durísimas condiciones de vida de los trabajadores en España, para mostrar simpatía por los sublevados y por algunas de sus motivaciones y para advertir a sus seguidores de la necesidad de seguir luchando contra la injusticia social del gobierno derechista, que había atacado la clase obrera, influida por el marxismo virulento de aquellos tiempos.
La profunda libertad que hizo suya José Antonio Primo de Rivera ha sido heredada por Falange Auténtica al tiempo que las esencias que definieron su activar político. Consideramos una obligación ejercer esa libertad, incluso cuando no se entiendan nuestras motivaciones.

Cuando el sábado día 13 asistimos con nuestra propia pancarta y mensaje a una manifestación que los medios derechistas señalaban como una maniobra del gobierno para recuperar la iniciativa popular -que últimamente había copado el sector político que se siente representado por la oposición-, ejercíamos no sólo nuestra profunda libertad, sino que también poníamos en practica uno de nuestros principios políticos. Nuestra postura contra la negociación y nuestra crítica al planteamiento de Rodríguez Zapatero en cuestiones antiterroristas no deja ninguna duda, sobre qué apoyábamos y qué no hubiéramos apoyado en ningún caso.