Más allá de la victoria global del PPE, o de la ajustada victoria del PSOE en nuestro país, no cabe esta vez ni la más mínima duda de que la gran triunfadora de las últimas elecciones al Parlamento Europeo ha sido la abstención, con porcentajes abrumadores. Los europeos que no han votado han superado, con creces, al conjunto de los que sí han votado a cualquiera de las opciones. Si tenemos en cuenta, además, que, entre tales opciones, existen algunas candidaturas de euroescépticos y numerosos movimientos políticos alternativos, como es nuestro caso, la conclusión no puede ser más clara. La falta de participación ha sido la nota más destacada, incluso, en aquellos países que acaban de ingresar en la Unión Europea, en cuyos electores tampoco ha despertado entusiasmo alguno la elección de un parlamento que está vacío, en buena medida, de contenido real.